El gol que lo cambió todo para el Sevilla
El gol que lo cambió todo para el Sevilla
¡Amigos de Vinyl Station Radio! Hoy nos sumergimos en un viaje en el tiempo, a una época donde los héroes del fútbol se forjaban con garra y momentos mágicos. Preparaos para revivir una historia de esas que se cuentan de generación en generación, una gesta que, aunque muchos no lo supieran entonces, sentó las bases de una era dorada para el equipo de Nervión. Porque este viernes se cumplen 30 años de un instante inolvidable, un gol que significó mucho más que un pase de ronda: el tanto de Davor Suker al Olympiacos.
Allá por 1995, el panorama era muy distinto al de hoy. Los sevillistas celebraban cada victoria y cada avance en Europa como si fuera un título. La gloriosa racha de siete campeonatos continentales aún era un sueño lejano, casi una fantasía. Pero aquel 31 de octubre, en el calor de una noche griega, se gestó un capítulo que grabaría a fuego la pasión y el espíritu de un equipo destinado a la grandeza.
La odisea en El Pireo: Un pulso al borde del abismo
El Sevilla llegaba a Grecia con una ligera ventaja, un 1-0 conseguido en la ida en Nervión gracias a un gol de Juanito. Era la ronda de dieciseisavos de la Copa de la UEFA, y el conjunto andaluz viajaba con una plantilla de ensueño, con nombres que resonaban y aún resuenan en la memoria de los aficionados: el legendario Manolo Jiménez, la solidez de Tevenet y Marcos, la magia de Moacir, y por supuesto, el talento desbordante de Davor Suker. Parecía que todo estaba encaminado, pero el fútbol, amigos, tiene sus propias reglas y a veces nos depara giros inesperados.
El partido en tierras helenas fue un auténtico drama. El ambiente, la presión, y la determinación del Olympiacos se combinaron para poner contra las cuerdas al equipo visitante. Los locales lograron igualar la eliminatoria y, para colmo de males, el partido se fue a la prórroga. Fue entonces, en el tiempo extra, cuando el corazón de los sevillistas empezó a latir con desesperación: Sapanis había llevado el encuentro más allá de los noventa minutos y, poco después, Juskowiak, de penalti, subía el 2-0 al marcador. La eliminatoria parecía sentenciada, la esperanza se desvanecía y el sueño europeo del Sevilla se convertía en una pesadilla.
El momento mágico: Un zurdazo para la historia
Pero el fútbol, como la buena música, a veces guarda sus momentos estelares para el final. Y en el minuto 110 de aquel agónico encuentro, cuando el desaliento se apoderaba de la afición nervionense, la figura de Davor Suker emergió como un faro de luz. Con la eliminatoria prácticamente perdida, y rodeado de ocasiones fallidas del equipo griego e incluso dos balones al poste que podrían haber sellado su destino, el croata ejecutó una falta con maestría, un golazo de bandera que aún hoy se recuerda con piel de gallina. Aquel zurdazo imparable se coló en la red, significando el 2-1 y, lo más importante, el pase a la siguiente ronda.
La hinchada sevillista, que seguía el partido con el alma en vilo, estalló en un grito de alegría que recorrió cada rincón de la ciudad. El 2-2 global, con el valor doble del gol fuera de casa, obró el milagro. Fue un tanto de pura clase, de esos que demuestran el talento innato de un jugador capaz de cambiar el rumbo de un partido en un instante, de la desesperación a la euforia más absoluta. Suker no solo marcó un gol, sino que mantuvo vivo un sueño en Europa y demostró que la fe y la calidad pueden obrar milagros.
La celebración, como era de esperar, fue a la altura de la hazaña. Miles de sevillistas, contagiados por la emoción, se congregaron en el aeropuerto de San Pablo en plena madrugada para recibir a su héroe. Fue una locura festiva, espontánea y llena de pasión, un testimonio de cómo un solo gol puede unir y emocionar a toda una ciudad. Aquella noche, aunque no se supiera, se plantó una semilla. Una semilla de fe, de lucha y de creencia en el destino de un club que, pocos años después, comenzaría a escribir las páginas más gloriosas de su historia.
El impacto de aquel momento fue incalculable. Más allá de lo deportivo, sirvió para cimentar la conexión emocional entre el equipo y su gente, demostrando que en el fútbol, como en la vida, nunca hay que dejar de creer. Y para los que amamos la música y el deporte, historias como esta son la banda sonora perfecta para recordar que la perseverancia y el talento siempre encuentran su melodía en el camino hacia la leyenda.
Fuente original de la información: ABC –
Créditos de la imagen: ABC