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El horror oculto tras la megacárcel de Bukele

El horror oculto tras la megacárcel de Bukele ¡Atención, amantes de la cultura pop y las historias con impacto! Hoy en Vinyl Station Radio nos adentramos en una...






El horror oculto tras la megacárcel de Bukele

¡Atención, amantes de la cultura pop y las historias con impacto! Hoy en Vinyl Station Radio nos adentramos en una narrativa que va más allá de la música y el cine, para tocar una realidad cruda y desafiante. Nos referimos al oscuro capítulo que se ha desarrollado en El Salvador con la llegada de cientos de venezolanos, una historia que nos obliga a mirar más allá de los titulares y los discursos oficiales.

El horror oculto tras la megacárcel de Bukele

Imaginen esto: En un momento donde la política de «mano dura» se intensificaba, más de doscientos cincuenta venezolanos aterrizaron en suelo salvadoreño. ¿Su bienvenida? No fue precisamente con alfombra roja. En cambio, fueron recibidos con golpizas apenas bajaron del avión. «Llegaron al infierno«, esas fueron las escalofriantes palabras que les dirigió el director del Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot), el lugar donde, según los planes, permanecerían sin contacto con el exterior durante meses.

Este episodio, que a primera vista podría parecer una victoria en la lucha contra la delincuencia, se reveló rápidamente como una situación mucho más compleja y preocupante. Los hombres, esposados y marcados por la experiencia, fueron presentados como peligrosos criminales, dignos de la «limpieza social» que se prometía. Pero la verdad es que una gran parte de ellos carecía de condenas penales, y solo un minúsculo porcentaje había sido condenado por delitos violentos en Estados Unidos.

Caza de brujas: ¿Crimen o apariencia?

Lo más inquietante es que las acusaciones de pertenecer a la banda criminal conocida como Tren de Aragua se basaron en criterios tan arbitrarios como tatuajes, gestos o incluso la forma de vestir. Expertos en el tema han señalado que esta organización delictiva no responde a los patrones de una banda tradicional, ni tiene un código de vestimenta específico, ni sus miembros se identifican por tatuajes distinticos. Es decir, las pruebas esgrimidas eran, en el mejor de los casos, endebles.

Un caso que ilustra esta alarmante situación es el de un exfutbolista que fue detenido presuntamente por un tatuaje del Real Madrid. Sí, han leído bien. Un tatuaje que para la mayoría es un mero signo de afición deportiva, para las autoridades se convirtió en una prueba incriminatoria. Esto nos hace cuestionar seriamente la base de estas detenciones y la justicia en el proceso para estas personas.

Abusos, golpizas y torturas: La cruda realidad del Cecot

Las organizaciones de derechos humanos, como Human Rights Watch y Cristosal, llevaron a cabo una investigación exhaustiva, conversando con decenas de los detenidos y sus familias. Lo que encontraron es escalofriante: los venezolanos en el Cecot fueron sometidos a abusos físicos y psicológicos graves y sistemáticos. Estos no son simplemente «malos tratos»; son, según el derecho internacional, actos de crueldad, inhumanidad, degradación y, en muchos casos, tortura. Los testimonios hablan de:

  • Golpizas regulares durante las requisas diarias.
  • Agresiones por infracciones mínimas como hablar alto o ducharse fuera de horario.
  • Palizas que cesaban solo días antes de visitas oficiales, o la semana previa a la liberación.

Un exdetenido relató cómo fue golpeado repetidamente en la celda de castigo, conocida como «la Isla», hasta el punto de ahogarse con su propia sangre. Otro, Nelson F., compartió cómo se les obligaba a arrodillarse para recibir golpes de guardias, incluso por parte de personal femenino. Estos relatos, desgarradores, pintan un panorama sombrío de lo que se vive tras los muros de la megacárcel.

Silencio y complicidad: La desaparición forzada

Pero el horror no se detiene en los abusos físicos. Tanto el gobierno de Estados Unidos como el de El Salvador se negaron a proporcionar información sobre el paradero de estos venezolanos mientras estaban detenidos. Esta omisión, según las leyes internacionales, califica como desaparición forzada, una práctica que lamentablemente nos remonta a regímenes autoritarios. Las familias vivieron en la incertidumbre más absoluta, enterándose en algunos casos del paradero de sus seres queridos solo a través de fotografías filtradas.

Muchos de estos individuos habían huido de su país buscando refugio y una vida mejor, no para convertirse en víctimas de un sistema que los trató «peor que animales». Al menos 62 de ellos perdieron sus procesos de asilo en Estados Unidos, a pesar de haber cumplido con los requisitos iniciales que les daban derecho a una audiencia completa.

La situación se agrava al saber que el gobierno estadounidense habría pagado una suma millonaria, 4.7 millones de dólares, a El Salvador para cubrir los gastos de reclusión de estos hombres. Expertos de Human Rights Watch han señalado que esta complicidad en la tortura y la desaparición forzada es inaceptable, y han instado a detener el envío de personas a países donde corran tales riesgos.

Fuente original de la información: ABC – Andrés Gerlotti Slusnys

Créditos de la imagen: REUTERS

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