El legado que deja Jack DeJohnette más allá de la batería
El legado que deja Jack DeJohnette más allá de la batería
La comunidad del jazz está de luto. Nos acaba de llegar la triste noticia del fallecimiento de Jack DeJohnette, una figura monumental que redefinió el sonido de la batería en el jazz moderno y mucho más allá. Este lunes ha sido confirmado el deceso del maestro a la edad de 83 años, dejando un vacío inmenso en el panorama musical, pero también un legado sonoro que perdurará por generaciones. Según los informes que nos llegan, DeJohnette nos dejó pacíficamente en un hospital de Kingston, Nueva York, rodeado del amor de su esposa, su familia y sus amigos más cercanos. La causa de su partida fue una insuficiencia cardíaca, una noticia que nos impacta profundamente.
Jack DeJohnette no era un músico cualquiera; era una verdadera leyenda, uno de esos artistas raros que poseían una dualidad musical impresionante: dominaba tanto la batería como el piano con una maestría que pocos podían igualar. Su genialidad no solo residía en su virtuosismo, sino en su capacidad para innovar y colaborar con los nombres más grandes de la historia del jazz. Hablamos de iconos como Miles Davis, Keith Jarrett, Charles Lloyd, Sonny Rollins, Pat Metheny y Herbie Hancock, entre un sinfín de talentos con los que compartió escenario y estudio, dejando una huella imborrable en cada proyecto.
Los Primeros Acordes de una Leyenda
Nacido en Chicago en 1942, la historia musical de Jack DeJohnette comenzó desde muy temprano. Proveniente de una rica herencia familiar afroamericana con raíces nativas americanas (seminola y crow), su camino hacia la música fue casi un destino. Con solo cuatro años, ya estaba inmerso en el aprendizaje del piano bajo la tutela de Antoinette Rich, una figura formidable que dirigía una orquesta sinfónica femenina en Chicago. Esta formación clásica sentó las bases de su profunda comprensión musical.
Pero el destino, o quizás el propio Jack, tenía otros planes. La vibrante energía del rock’n’roll, especialmente influenciado por figuras como Fats Domino, capturó su imaginación. A los catorce años, ya estaba haciendo sus primeras apariciones profesionales, justo en el momento en que su interés se desviaba hacia un nuevo instrumento que cambiaría su vida y la de la música: la batería. Este cambio no fue una renuncia al piano, sino una expansión, una exploración de nuevas texturas y ritmos que solo él podía conjurar.
De los Clubs de Chicago a los Grandes Escenarios Mundiales
Con la batería en sus manos, la carrera de DeJohnette despegó rápidamente. A finales de los años cincuenta, ya compartía escenario regularmente con figuras como Richard Abrams y Roscoe Mitchell, comenzando a forjar su reputación como un baterista innovador. Los primeros sesenta lo vieron colaborar esporádicamente, pero de manera significativa, con gigantes como Sun Ra y el mismísimo John Coltrane, experiencia que sin duda moldearía su visión musical.
El año 1966 marcó un punto de inflexión crucial: se mudó a Nueva York. Esta ciudad, el epicentro del jazz, lo recibió con los brazos abiertos, y no tardó en unirse al Charles Lloyd Quartet. Este grupo era un crisol de experimentación, abierto a las influencias del rock’n’roll, un espacio perfecto para la visión ecléctica de DeJohnette. Fue allí donde su camino se cruzó con el del pianista Keith Jarrett, una relación musical que perduraría a lo largo de toda su vida y que nos regalaría algunas de las joyas más preciadas del jazz.
Dos años después, en 1968, Jack DeJohnette decidió volar en solitario, lanzando su primer álbum unipersonal, ‘The DeJohnette Complex’. Lejos de detenerse, este periodo lo vio tocar con nombres como Jackie McLean, Abbey Lincoln, Betty Carter, Bill Evans y Stan Getz, consolidándose como un baterista de primera línea. Pero el verdadero terremoto musical estaba a punto de ocurrir.
El Vínculo Indestructible con Miles Davis
En 1969, se produjo uno de los hitos más importantes de su carrera: sustituyó a Tony Williams en la banda en vivo de Miles Davis. Miles, siempre a la vanguardia, quedó absolutamente fascinado por la facilidad de DeJohnette para absorber y fusionar técnicas de diferentes géneros. Esta admiración lo llevó a elegirlo como el baterista principal para uno de los álbumes más revolucionarios de la historia del jazz: ‘Bitches Brew’. Aunque el disco contó con la presencia de otros talentos como Billy Cobham, Don Alias y Lenny White, la batuta rítmica y la dirección innovadora siempre estuvieron a cargo de DeJohnette, quien se convirtió en el pilar fundamental de su sonoridad.
Los años setenta continuaron consolidando su leyenda. Grabó tres álbumes más con Davis y lanzó otros tres trabajos en solitario. No se detuvo ahí, formando varias bandas influyentes como Compost, New Directions, Special Edition o Gateway Trio, mostrando su versatilidad y liderazgo. La década de los ochenta lo encontró colaborando de nuevo con Pat Metheny y, de manera muy especial, con Keith Jarrett, reafirmando una de las alianzas musicales más fructíferas. También fue en esta etapa cuando retomó el piano para embarcarse en una serie de giras en solitario, demostrando que su maestría iba más allá de la percusión.
Reconocimientos y Nuevas Fronteras
La década de los noventa inició con un merecido reconocimiento: el Berklee College of Music le otorgó un Doctorado Honorario, una prueba del impacto de su obra. Después, formaría un cuarteto estelar junto a Herbie Hancock, Pat Metheny y Dave Holland, una verdadera constelación de genios. En 1992, nos entregó el significativo álbum colaborativo ‘Music for the Fifth World’, una obra inspirada en los estudios sobre los nativos americanos que contó con la participación de músicos de la talla de Vernon Reid y John Scofield.
El cambio de siglo no significó un descanso para DeJohnette; de hecho, lo vio más activo que nunca. Volvió a trabajar asiduamente con Keith Jarrett y encabezó tres proyectos innovadores. El primero fue el Latin Project, una explosión rítmica que reunió a los percusionistas Giovanni Hidalgo y Luisito Quintero, al saxofonista Don Byron, al pianista Edsel Gómez y al bajista Jerome Harris. Los otros dos fueron el Jack DeJohnette Quartet, con Harris, Danilo Pérez y John Patitucci, y el emocionante Trio Beyond, un tributo a su amigo Tony Williams y su legendario trío Lifetime, con la participación de John Scofield y Larry Goldings.
Un Legado Vivo y en Constante Evolución
A lo largo de los años 2000, DeJohnette siguió grabando álbumes, tanto como líder de sus propios proyectos como acompañante de otros artistas. En 2008, nos deleitó con una gira memorable junto a Bobby McFerrin, Chick Corea y el trío de Jarrett, demostrando que su energía y creatividad no tenían límites. Al año siguiente, su talento fue recompensado con un premio Grammy al mejor álbum «New Age» por ‘Peace Time’, una categoría que quizás no captura del todo la complejidad de su música, pero que sí subraya su impacto intergeneracional.
En 2010, fundó el Jack DeJohnette Group, un proyecto en constante evolución, con Rudresh Mahanthappa al saxo, David Fiuczynski a la guitarra, George Colligan al piano y Jerome Harris al bajo, demostrando su eterno compromiso con la exploración musical.
El mundo del jazz le entregó el máximo honor en 2012, nombrándolo Maestro del Jazz por la Fundación Nacional para las Artes, un reconocimiento a una carrera incomparable. En 2016, sorprendió al mundo con ‘Return’, su primer álbum de piano en solitario, una obra íntima que nos recordó su origen. Su último disco, ‘Hudson’, fue lanzado en 2017, cerrando un capítulo, pero abriendo otro en la historia del jazz. DeJohnette resumió su ethos musical en una entrevista con DownBeat: «Toco «con» gente, pero también toco «contra» gente. No de forma agitada, sino con fuerza y empuje. Me gusta desafiar a los músicos: tocar con ellos y contra ellos. Depende de la pieza en concreto. A veces, si siento que una pieza es demasiado rígida, le inyecto algo de energía para que se suelte y los músicos capten el espíritu». Esta frase captura la esencia de un artista que nunca dejó de innovar, desafiar y enriquecer el panorama musical.
Nos despedimos de un gigante, un visionario que no solo tocó la batería, sino que la hizo hablar, susurrar y rugir, dejando una impronta imborrable en el corazón de la música. Su legado, sin duda, resonará por siempre en los rincones del jazz y más allá.
Fuente original de la información: ABC – Nacho Serrano
Créditos de la imagen: facebook