El regreso silencioso que cambió Gaza
El regreso silencioso que cambió Gaza
¡Atención, melómanos y amantes de la política internacional! En el escenario global, un telón se ha levantado, revelando un acto diplomático crucial que ha sacudido los cimientos del conflicto en Gaza. Estamos hablando de un acuerdo trascendental entre Israel y Hamás, orquestado bajo la batuta del expresidente Donald Trump, que promete silenciar las armas y abrir la puerta a la liberación de rehenes. Y en el centro de este drama, un personaje que parecía haberse esfumado del ojo público, ha reaparecido de forma estratégica y decisiva.
El clímax de esta historia se gestó a finales del mes pasado, cuando el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, hizo una parada en la Casa Blanca. ¿El motivo? Un movimiento audaz de Trump para aprovechar un desliz de Netanyahu, quien se extralimitó con un ataque de misiles contra líderes de Hamás en Qatar. Este acto, inaceptable para muchos de los aliados de Estados Unidos en la región, abrió una ventana de oportunidad que Trump no dudó en capitalizar.
La escena, digna de una película, tuvo lugar en el mítico Despacho Oval. Una fotografía, ya icónica, inmortalizó el momento: el magnate neoyorquino, con su característica astucia, puso a Netanyahu al teléfono con su homólogo catarí, Mohammed bin Abdulrahman al Thani. La instrucción fue clara y contundente: «Ahora, te disculpas». Un giro inesperado que sentaría las bases para lo que vendría después.
El regreso de una figura clave: Jared Kushner
Y mientras toda esta tensión se cocinaba, observando en silencio, con esa inconfundible aura de figura de museo de cera, estaba Jared Kushner, yerno de Trump y esposo de Ivanka. Durante un tiempo, Kushner pareció haberse desvanecido del radar político. Pero ahora, con este acuerdo bajo el brazo, su figura se alza como un pilar fundamental, abriendo para su suegro no solo un reconocimiento global, sino también una puerta real hacia ese anhelado Premio Nobel de la Paz.
Las palabras de Trump sobre su yerno no dejan lugar a dudas: «No hay nadie más capaz que él», afirmó el expresidente la semana pasada, justo cuando el acuerdo tomaba forma. «Puse a Jared en esto porque es una persona muy inteligente y conoce la región, conoce a la gente allí, conoce a muchos de los actores». Y en esta ocasión, la afirmación de Trump no parece ser una de sus habituales exageraciones. A sus 44 años, Kushner ha demostrado una impresionante destreza y una profunda comprensión de los intrincados hilos de Oriente Próximo.
Los Acuerdos de Abraham: Un antecedente crucial
No es la primera vez que Kushner se erige como arquitecto de la diplomacia en una región tan compleja. De hecho, fue la mente maestra detrás de uno de los mayores éxitos diplomáticos de la primera administración Trump: los famosos Acuerdos de Abraham. Estos acuerdos sentaron las bases para el establecimiento de relaciones diplomáticas entre Israel y cuatro naciones árabes: Emiratos Árabes Unidos, Baréin, Marruecos y Sudán. Un hito que redefinió el panorama geopolítico de la zona.
En aquel entonces, Kushner, junto a su esposa Ivanka, desempeñó un rol crucial como asesor sénior en la Casa Blanca. Ambos residían en la residencia presidencial, participando activamente en las labores de gobierno. Los Acuerdos de Abraham, concluidos en 2020, coincidieron con la presentación de un documento visionario de 186 páginas elaborado por Kushner: «De la Prosperidad a la Paz». Este ambicioso plan delineaba un camino para impulsar cambios políticos en Palestina a través de incentivos económicos, aunque no estuvo exento de críticas por la ausencia de participación palestina. Curiosamente, este marco sienta un precedente para el actual proceso de paz de veinte pasos de Trump para Israel y Palestina, cuya primera fase ha visto la luz recientemente.
Un plan con sello propio
Este proceso actual es el fruto del trabajo conjunto de Kushner y de Steve Witkoff, otro multimillonario y amigo íntimo de Trump, conformando la dupla negociadora clave para Oriente Próximo. Su enfoque, aunque criticado por omitir a los palestinos en su concepción inicial, busca redefinir las dinámicas de la región con un fuerte énfasis en la estabilidad económica.
Poco después de la rúbrica de los Acuerdos de Abraham, el panorama político de Estados Unidos cambió drásticamente con la derrota de Trump frente a Joe Biden en las elecciones. Los turbulentos eventos subsiguientes, desde las acusaciones infundadas de fraude electoral hasta el asalto al Capitolio, marcaron un distanciamiento entre Trump, Kushner y su hija.
Sin embargo, el alejamiento de la Casa Blanca no significó el adiós de Kushner al escenario global. Tras mudarse a una mansión en Miami junto a Ivanka, Kushner mantuvo gran parte de sus operaciones de negocios centradas en Oriente Próximo, capitalizando su extensa red de contactos. Su firma de inversión, Affinity Partners, fue testigo de una inyección masiva de capital, incluyendo 2.000 millones de dólares de Arabia Saudí y 1.200 millones de Catar y Emiratos Árabes Unidos. Un claro indicio de su influencia continuada en la región.
El regreso a la Casa Blanca… y el dilema entre diplomacia y negocios
El resurgimiento de Trump en enero de este año como presidente electo encontró a Kushner con lazos aún más estrechos en el mundo árabe. Aunque ni él ni Ivanka regresaron a la Casa Blanca como asesores directos, Kushner permaneció en un segundo plano hasta el mes de agosto. Fue entonces cuando reapareció, nuevamente en el Despacho Oval, junto a Trump y el ex primer ministro británico Tony Blair. La reunión: estratégicamente dedicada a la reconstrucción de Gaza una vez concluyera el conflicto, un tema que Trump ya había visualizado meses antes al proponer una Gaza transformada en la «Riviera de Oriente Próximo», un destino turístico bajo la custodia de Estados Unidos.
Desde esa reunión en agosto, Kushner ha vuelto a ocupar un lugar central en las negociaciones entre Israel y Hamás, inmerso de lleno en la búsqueda de soluciones. Lo interesante es que Kushner se encuentra en la particular posición de dialogar diplomáticamente con actores con los que, al mismo tiempo, mantiene relaciones comerciales. Una dualidad que, aunque podría generar cejas levantadas en otros contextos, no parece perturbar a un Trump que ya ha demostrado no tener ese tipo de reparos.
Un ejemplo de esta peculiar mezcla de diplomacia y finanzas se vivió en el mismo día en que Kushner supervisó la crucial llamada entre Netanyahu y el homólogo catarí. Ese mismo día, su firma materializó una impresionante operación de 55.000 millones de dólares con un inversor y el fondo soberano de Arabia Saudí para la adquisición de Electronic Arts, el gigante de los videojuegos. La portavoz de Trump, Karoline Leavitt, defendió con vehemencia la posición de Kushner, tildando de «vil» cualquier cuestionamiento a su liderazgo en los acuerdos gubernamentales de Estados Unidos en la región, mientras sus acuerdos empresariales continuaban engrosando sus bolsillos. Una línea fina que Kushner transita con maestría, redefiniendo las reglas del juego en la política internacional.
No cabe duda de que este «regreso silencioso» ha vuelto a poner a Kushner bajo los reflectores, demostrando que su influencia en la compleja maraña de Oriente Próximo es más potente que nunca. Y con él, la estrategia de Trump de apostar por figuras de confianza para impulsar sus agendas más ambiciosas.
Fuente original de la información: ABC – Javier Ansorena
Créditos de la imagen: reuters