La paz llegó a Oriente, pero el deporte declaró su propia guerra
La paz llegó a Oriente, pero el deporte declaró su propia guerra
¡Atención, melómanos y amantes del deporte! Mientras las noticias nos traen un soplo de aire fresco desde Oriente Próximo, con un acuerdo de paz que busca cerrar dos años de conflicto, las canchas y los estadios se están calentando, y no precisamente por la acción de los atletas. La diplomacia logró lo impensable, pero ahora el deporte, que solía mantenerse al margen, parece decidido a jugar su propio partido en este delicado tablero.
El pasado lunes, la firma de un acuerdo de paz entre Israel y Hamás en Gaza y Cisjordania generó un respiro de esperanza. Líderes y ciudadanos celebran este paso audaz hacia la estabilidad. Sin embargo, justo cuando creíamos que el telón de este conflicto se cerraba, el mundo del deporte ha levantado el suyo propio, revelando tensiones inesperadas. Es como si la paz política abriera la puerta a una nueva confrontación deportiva, una que se niega a dejar atrás los ecos del pasado.
Gimnasia Artística: El primer golpe
La primera señal de esta «guerra deportiva» llegó desde el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS). Esta semana, el TAS ha confirmado que la selección israelí de gimnasia artística no podrá participar en los próximos Mundiales, que se celebrarán del 19 al 25 de octubre. ¿La razón? El país anfitrión, Indonesia, de mayoría musulmana, se negó a otorgar visados a los atletas israelíes debido a su postura histórica contra el conflicto en territorio palestino.
Los órganos federativos israelíes no tardaron en reaccionar, solicitando un cambio de sede y alegando discriminación. La Federación Internacional se lavó las manos, explicando que no tiene jurisdicción sobre la emisión de visados. Así, tras un mar de burocracia, la decisión fue inquebrantable. Este episodio sienta un precedente inquietante y muchos se preguntan si esto es solo el principio de una avalancha de vetos en otras disciplinas.
Fútbol: En el ojo del huracán
Como siempre, el fútbol, el deporte rey, no podía quedarse al margen. Con el Mundial a la vuelta de la esquina en 2026, Israel busca su ansiada clasificación, algo que no logra desde 1970. Sin embargo, su camino está lleno de obstáculos y la hostilidad es cada vez más palpable. Hace apenas unos días, en Oslo, la selección israelí se enfrentó a Noruega. Aunque el partido transcurrió con un marcador abultado a favor de los nórdicos (5-0, con un doblete del imparable Haaland), el ambiente fuera del campo fue todo menos pacífico. Un espontáneo saltó al césped con proclamas propalestinas, y en las inmediaciones del estadio, los altercados y los ataques verbales contra Israel fueron la tónica. Este tipo de incidentes podrían acarrear sanciones para la federación escandinava.
Un panorama similar se vivió en Údine, durante el partido contra Italia. Miles de personas salieron a las calles para protestar, y la tensión fue tal que incluso hubo francotiradores de la policía transalpina apostados en el hotel de concentración de la delegación israelí. A pesar de estas demostraciones de rechazo, la FIFA y la UEFA, por ahora, mantienen una postura firme: los próximos encuentros de clasificación de Israel contra Lituania y Moldavia se disputarán con normalidad, garantizando la seguridad con amplios dispositivos a cargo de los anfitriones.
Baloncesto: Una permisividad cuestionada
El baloncesto, a diferencia del fútbol, ha mostrado una línea diferente. La FIBA y la Euroliga han mantenido una postura de inclusión hacia los equipos israelíes. La FIBA permitió que la selección hebrea compitiera en el pasado Eurobasket, y la Euroliga no solo cuenta con el Maccabi de Tel Aviv como miembro fundador, sino que ha otorgado una licencia al Hapoel de Tel Aviv para debutar en la máxima competición continental. Esta «permisividad», sin embargo, no ha sido bien recibida por diversos grupos de aficionados y movimientos propalestinos.
Esta semana, España se ha convertido en escenario de esta polémica. El Tenerife recibió al Bnei Herzliya en la Champions League, en un encuentro marcado por las manifestaciones previas y unas gradas curiosamente vacías por motivos de seguridad. Se esperan escenarios similares en Valencia y Manresa, donde el Hapoel de Tel Aviv y el Hapoel Bank Yahav han visitado nuestros pabellones. Es una fórmula que, a falta de sorpresas mayores, se está replicando: seguridad extrema y un ambiente de tensión en las previas.
El clamor popular: El precedente de la Vuelta a España
El origen de esta ola de presión deportiva contra Israel, incluso con la paz en Cisjordania y Gaza ya en marcha, se remonta a la última Vuelta a España de ciclismo. Desde el País Vasco hasta Madrid, pasando por Galicia y Asturias, miles de personas protestaron contra la presencia del equipo israelí. La intensidad de las manifestaciones fue escalando etapa tras etapa, culminando en la jornada final en Madrid.
En la capital española, grupos violentos desbordaron las protestas pacíficas. Se produjeron emboscadas y un descontrol tal que los ciclistas se vieron impedidos de llegar a la meta. Un hecho insólito que marcó un antes y un después. Detener un evento deportivo de tal magnitud fue percibido como una victoria por parte de los movimientos propalestinos. Este «éxito» parece haber incentivado a asociaciones como Prou complicitat amb Israel, Boicot ICL y Comunitat Palestina de Catalunya, quienes ahora buscan replicar estas acciones, incluso ante la normalización diplomática. Su intención más reciente: intentar que no se dispute el mencionado encuentro entre Manresa y Hapoel Bank Yahav.
La paz oficial ha llegado a Oriente Próximo, pero en el ámbito deportivo, la confrontación parece cobrar una nueva vida. Las canchas y los estadios se han convertido en un nuevo campo de batalla ideológico, donde las decisiones deportivas se entrelazan con las complejidades políticas, dejando claro que, para algunos, el deporte no olvida tan fácilmente como la diplomacia.
Fuente original de la información: ABC – Pablo Lodeiro
Créditos de la imagen: Reuters
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