La pesada herencia de ser hijo de un nazi
La pesada herencia de ser hijo de un nazi
¡Atención, melómanos y amantes de la historia que nos define! Esta semana, los focos de la historia vuelven a brillar sobre la sala 600 del Palacio de Justicia de Núremberg. Sí, la misma sala donde hace ocho décadas se gestó el nacimiento del derecho penal internacional. Un juicio que sentó precedentes, una maratón judicial de 218 días que desnudó la crueldad más inimaginable, dejando al descubierto un relato de deshumanización sin límites. Más de 300.000 declaraciones juradas y 240 testigos dieron forma a los veredictos, que incluyeron la pena capital para doce de los acusados.
Hoy, a 80 años de esos momentos que cambiaron el mundo, instituciones, juristas y organismos internacionales se reúnen para reflexionar sobre su legado, ese que permitió a Alemania levantarse de las cenizas morales. Fue un borrón y cuenta nueva, una oportunidad para dirimir responsabilidades y empezar a construir una sociedad con nuevos cimientos. Pero, para algunos, el eco de Núremberg nunca se ha silenciado del todo. Hablamos de los hijos e hijas de aquellos nazis juzgados, quienes, sin haber cometido crimen alguno, nacieron bajo la sombra de apellidos manchados por la infamia.
Imaginen crecer con la interrogante constante de cómo reconciliar el amor filial con el horror de los crímenes de su progenitor. Esa es la pesada cruz que han cargado los «hijos de Núremberg», y no pocos han dedicado su vida entera a redimir, a través de la verdad y la responsabilidad, una herencia que no eligieron.
Niklas Frank: La voz que rompió el silencio
Entre estas voces que buscan la verdad, destaca la de Niklas Frank. Nacido en Múnich en 1939, Niklas llegó a este mundo en una familia nazi de alto rango. Su padre, Hans Frank, fue figura clave en el régimen de Hitler, llegando a ser nombrado gobernador general de los territorios polacos ocupados en 1939. Su brutalidad le valió un apodo que hiela la sangre: ‘el carnicero de Polonia’.
Bajo su mando, se orquestó una de las páginas más oscuras de la historia. Fue el arquitecto de los campos de exterminio de Auschwitz, Sobibor y Majdanek, así como de los guetos de Varsovia y Cracovia. Implementó la ‘solución final’, aniquilando a millones de judíos polacos. Sus órdenes de ejecuciones sumarias, deportaciones y castigos colectivos resonaron con una crueldad indescriptible.
En su diario, un tomo de más de 11.000 páginas, Frank documentó exhaustivamente los crímenes que lo llevaron a ser condenado a la horca en Núremberg en 1946. Increíblemente, nunca mostró un atisbo de arrepentimiento. Niklas, su hijo, tenía apenas siete años cuando su padre fue ejecutado.
Recuerdos de un niño entre las sombras
Niklas rememora aquellos días: «Recuerdo ver los informes por la tele, en el Wochenschau. Todas las semanas había un reporte de los juicios, y yo, que no entendía lo que estaba pasando, estaba orgulloso cuando la cámara enfocaba a mi padre». Un orgullo ingenuo, el de un niño, que se desvanecería con el tiempo. La última vez que lo vio en prisión, su padre le sonrió y le prometió que pronto celebrarían la Navidad juntos. «Por primera vez sentí una profunda decepción como hijo. No dejaba de pensar: ‘¿por qué me miente, si sabe que lo van a colgar?'».
Tras la guerra, la familia Frank pasó de vivir entre obras de arte de Leonardo da Vinci y Rembrandt a la mendicidad. Niklas pasó años tratando de sobrevivir, ajeno a la magnitud de los crímenes de su padre, pues en su casa «no se hablaba de eso, del Holocausto». Sin embargo, la paternidad lo impulsó a enfrentar la verdad. En 1987, publicó ‘El padre. Un ajuste de cuentas’, un libro que rompió el silencio y transformó su dolor en un compromiso inquebrantable contra el olvido.
«Estaba muy enfadado con Alemania, veía por todos lados silencio sobre el Holocausto, evasivas y antisemitismo soterrado. Y decidí afrontar la verdad. Resultaba que yo era hijo de ese asesino en masa y debía escribir muy claro sobre mi padre», explica Niklas. El libro fue un escándalo, pero abrió una conversación necesaria, tocando «un nervio que hoy sigue vivo en los descendientes».
El escepticismo ante el presente
Hoy, a sus 86 años, Niklas Frank observa el aniversario de Núremberg con una mezcla de preocupación y escepticismo. Cree que Alemania no ha comprendido realmente el significado de aquellos juicios. «Los alemanes parecen hartos de la democracia, como si quisieran otra vez un Führer o una líder que decida sin debate parlamentario y que les diga hacia dónde deben ir», lamenta, especialmente ante el ascenso de formaciones políticas de ultraderecha. La Alternativa para Alemania (AfD), un partido populista, autoritario y nacionalista, ha ganado terreno preocupantemente, consolidándose en el este del país y con posibilidades de ganar elecciones a nivel federal.
«No me extrañaría que en los próximos años volvamos a tener un gobierno autoritario y criminal», vaticina. Además, critica que la enseñanza de la historia no profundice en los juicios de Núremberg. «Las actas del juicio están impresas. Se puede leer lo cobardes que fueron los dirigentes nazis ante el tribunal, cómo se intentaban quitar de en medio, culpaban a otros y se escondían, decían que sólo habían cumplido órdenes. Eso no interesa hoy a nadie. Sólo el 20 de noviembre, después volverá a olvidarse», se entristece.
Diversidad de reacciones: Del distanciamiento a la lealtad
No todos los descendientes de los condenados en Núremberg tomaron la misma postura moral que Niklas Frank. Mientras que algunos, como Hilde Schramm, hija de Albert Speer (ministro de armamento de Hitler), se convirtieron en activistas por la memoria y la justicia, otros mantuvieron una lealtad inquebrantable.
- Wolf Rüdiger Hess, hijo de Rudolf Hess, sostuvo la inocencia de su padre hasta el final.
- Gudrun Burwitz, hija de Heinrich Himmler, el arquitecto del Holocausto, mantuvo sus simpatías nazis hasta su muerte en 2018.
Para aquellos cuyos progenitores lograron evadir el banquillo, el silencio ha sido una constante. Sin embargo, las nuevas generaciones están rompiendo con ello. Henrik Lenkheit, por ejemplo, quien se enteró hace poco de que su abuela fue amante de Himmler, está intentando lidiar con un proceso de luto, ira y reordenación de su identidad. Pastor evangélico en Málaga, busca ahora editor para su libro, siguiendo el valiente ejemplo de Niklas Frank.
Niklas, quien durante muchos años llevó consigo la foto del cadáver de su padre para asegurarse de que realmente había muerto, hoy lleva en su bolsillo otras fotos: las de su difunta esposa, su hija y sus tres nietos. «Ahora lo miro y pienso que he conseguido escapar a esa ideología», dice con una lucidez aplastante. Su testimonio es un recordatorio constante de que la historia, aunque dolorosa, debe ser mirada de frente para no repetirla jamás. Un grito poderoso en Vinyl Station Radio para que la música y la memoria sigan siendo el motor del cambio y la reflexión.
Fuente original de la información: ABC – Rosalía Sánchez
Créditos de la imagen: ABC