Las últimas palabras de Juan Alberto que su madre no olvida
Las últimas palabras de Juan Alberto que su madre no olvida
Cada 13 de noviembre, la Villa de París en Madrid se convierte en un pequeño santuario de memoria. Justo enfrente del majestuoso Tribunal Supremo y a unos pocos pasos del Instituto Francés, un discreto monolito se erige, cobijado entre los árboles. Su placa, grabada con unas palabras que resuenan profundo: «En memoria de las víctimas de los atentados de París del 13 de noviembre de 2015. Para que su recuerdo permanezca vivo entre nosotros y nos sirva de estímulo para defender la libertad». Alrededor, ramos de flores frescas que nos recuerdan que, aunque el tiempo pase, la memoria nunca se desvanece. Un hombre se detiene, lee la inscripción y suspira: «Vaya, diez años ya de esta locura». Y es que sí, ya son diez años, y para Cristina Garrido, la madre de Juan Alberto, ese tiempo no ha pasado realmente. Es como si el reloj se hubiera quedado detenido en aquel fatídico día.
Cristina y su hija, también llamada Cristina, han dejado su propio centro de flores. No es solo un gesto, es un luto que se renueva anualmente, un homenaje a su hijo y hermano, Juan Alberto González Garrido. Él tenía 29 años y fue la única víctima española de los atentados terroristas que asolaron la sala de conciertos Bataclan en París. Tres terroristas irrumpieron mientras Eagles of Death Metal apenas comenzaba su tema «Kiss the Devil». Juan Alberto estaba allí con su esposa, con quien se había casado hacía apenas cuatro meses. Desde Madrid, su madre sabía que irían al concierto. Minutos antes, habían hablado por teléfono, una costumbre diaria que la distancia convertía en ritual. «Te quiero, mamá», fueron sus últimas palabras. «Te quiero, tesoro», respondió Cristina. Una frase que hoy se repite en su mente, clara como el cristal, cargada de un amor que trasciende el tiempo y el dolor.
Un Vacío que No se Cierra
Aunque han pasado diez años, para Cristina, el tiempo es una ilusión. «Es que para mí no han pasado diez años. Lo vivo como si hubiera sido ayer», nos confiesa con una entereza que sorprende, a pesar de las lágrimas intermitentes. «No tengo la sensación de que haya pasado ese tiempo. No niego que van pasando los años, sí pasan, y Juan Alberto no está y vivo con eso todos los días a cada minuto. Pero es que hablo con él todos los días y lo tengo presente en todo momento. No lo he olvidado, jamás pasará». Su fuerza es un testamento al amor inquebrantable de una madre. Hoy, Cristina y su hija se preparan para volar a París, a esos actos de recuerdo que el Gobierno francés y el Ayuntamiento parisino organizan. «Me cuestan mucho estos días, solo quiero que pasen rápido. Mañana es un día difícil», dice la hermana, cuyo dolor es palpable, aunque la esperanza de mantener viva la memoria de Juan Alberto las impulse a seguir adelante.
El regreso a París es siempre un desafío. Cristina se imagina a su hijo «haciendo cola para entrar en la sala», un pensamiento que le oprime el corazón y humedece sus ojos. «Lees luego los nombres de todas las víctimas y es muy duro. Se hace difícil pasear por donde él estuvo. El 13 de noviembre es un día malo, pero los 13 de cada mes es el peor día, y si ya es 13 y viernes, peor, peor». Es un calendario de dolor, marcado por una fecha que dejó una cicatriz imborrable.
La Vida Radiante de Juan Alberto: Un Alma Inquieta
«Era estupendo», recuerda Cristina con cariño. «Estaba loco por vivir. Desde chico ha sido una persona muy inquieta, muy preguntona. Un lector increíble, pero eso no quiere decir que no disfrutara, porque tampoco se perdía una fiesta. Era muy inteligente y constante». Juan Alberto era una fuerza de la naturaleza, un espíritu libre con una mente brillante y un amor por la vida que lo hacía brillar. Desde pequeño, París fue su gran sueño. «Desde pequeño siempre dijo que quería vivir en París. Fuimos de vacaciones cuando él tenía ocho o nueve años y desde entonces ese era su objetivo. No sé por qué, porque después fuimos a otros muchos lugares y vivir en París era su ilusión». Y así fue, tras terminar su carrera de ingeniería, la oportunidad de trabajar en Francia lo llevó primero a Marsella, luego a Burdeos, hasta que finalmente llegó a su amada París.
Buscando Respuestas y Apoyo en la Oscuridad
Como única víctima española de aquella noche trágica, la familia de Juan Alberto se encontró con una realidad desoladora en España. «Aquí no hemos tenido ninguna ayuda por parte del Ministerio del Interior ni de nada. Cuando hemos preguntado cualquier cosa nos han dicho que como el atentado era en Francia…», lamenta Cristina. La ley española de víctimas se centra en la indemnización económica, un aspecto que no las abarca directamente, sino a su viuda. Más allá del aspecto económico, el apoyo institucional ha sido escaso. «El primer año nos pusieron un psicólogo del Ministerio de Exteriores. Luego nada». El verdadero consuelo y guía ha llegado a través de asociaciones de víctimas, como la AVT y la Fundación Víctimas del Terrorismo, y la Comunidad de Madrid. Pero el proceso ha sido, en gran parte, un camino solitario, especialmente durante el juicio.
Cristina demostró una fortaleza asombrosa al asistir semana tras semana al juicio en París, buscando respuestas, tratando de reconstruir lo sucedido. «Tenía que estar ahí. Saber lo que estaba pasando, porque se hablaba de mi hijo, de cómo lo habían matado». El Gobierno francés sí les brindó facilidades para seguir las audiencias y una abogada invaluable. Incluso cuando Cristina no podía asistir, abogadas y asociaciones de víctimas francesas le hacían resúmenes, y la Embajada francesa en Madrid le habilitó una sala para seguir las retransmisiones online, censuradas al público. «Luché junto a mi abogada para que me dejaran escuchar el juicio, sin traducción ni nada. Dirán que qué pesada…, me da lo mismo. Estoy ahí pim, pam…, por Alberto». Su determinación era inquebrantable, impulsada por el amor y la necesidad de honrar a su hijo.
Justicia y la Imposibilidad del Perdón
En junio de 2022, tras un maratoniano juicio de diez meses, el más largo en la historia judicial de Francia, se dictó sentencia: cadena perpetua para Salah Abdeslam, el único atacante que sobrevivió. Pero para Cristina, no hubo consuelo. «No. Tampoco restauración, como dicen, porque restaurar, el juicio no me ha restaurado nada», comenta, aferrándose al colgante con el nombre y la fecha de nacimiento de Juan Alberto que siempre lleva consigo. «Al final, te tienes que conformar porque es la máxima sentencia que imponen en Francia. No tienen derecho ni a una reducción de día por buena conducta ni nada». Su esperanza es que, al cumplir 30 años, sea juzgado nuevamente por otras implicaciones que ahora salen a la luz, para que nunca más salga de prisión. La pregunta de cómo murió Juan Alberto, si sufrió, si fue inmediato, sigue persiguiéndola. Solo sabe que recibió un disparo por la espalda.
Y la cuestión del perdón: «¿Es posible perdonar?» Para Cristina, la respuesta es clara: «Para mí es imposible. No puedo. Juan Alberto era una persona al que lo que más le gustaba era vivir, entonces no lo puedo perdonar. Fueron unos cobardes que lo mataron por la espalda. No hay perdón para los asesinos de mi hijo. ¿Qué sentido tiene? ¿Qué han resuelto con el atentado? Nada, porque las cosas siguen igual. Mataron a 130 personas y destrozaron a 130 familias sin conseguir ningún objetivo. Ojalá no alcancen eso que dicen ser su cielo y que vayan derechos al infierno».
El reloj avanza, y madre e hija deben ir al aeropuerto. Es un viaje que conocen demasiado bien, un periplo al dolor, no al placer. «Nunca hemos vuelto por placer, es imposible. Siempre es para algo sobre Juan Alberto y duele en el alma». Mañana, el monolito en la Villa de París no solo amanecerá con los ramos de las Cristinas, sino también con un botellín de cerveza Alhambra 1925 y una flor dentro. Un ritual de su amigo Pablo, que cada año y por cada cumpleaños de Juan Alberto, lo recuerda. «Sus amigos le recuerdan a todas horas y siempre brindan por él con una 1925, les encantaba esa cerveza y yo siempre se la compraba», confiesa Cristina. Hoy, brindarán por Juan Alberto, por su vida, por su recuerdo imborrable.
Fuente original de la información: ABC – Carlota Pérez
Créditos de la imagen: IGNACIO GIL