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Qué buscan realmente en Siria las potencias del mundo

Qué buscan realmente en Siria las potencias del mundo Qué buscan realmente en Siria las potencias del mundo La escena era impensable hace apenas unos meses: el ...






Qué buscan realmente en Siria las potencias del mundo

Qué buscan realmente en Siria las potencias del mundo

La escena era impensable hace apenas unos meses: el presidente sirio Ahmed al Sharaa, paseándose por la Casa Blanca, estrechando la mano de Donald Trump. Este movimiento sísmico en el tablero geopolítico no es un capricho del destino, sino la cristalización de una nueva estrategia en Siria. El islamismo parece haber encontrado una ruta inusual hacia la legitimación: las relaciones públicas intensivas, tejiendo puentes con aliados y antiguos adversarios por igual. El objetivo es claro: asegurar una estabilidad externa que permita consolidar el poder interno.

Sin embargo, la calma aparente que busca proyectar Siria hacia el exterior contrasta dramáticamente con la realidad que viven sus minorías. Al Sharaa, quien lleva menos de un año al mando en Damasco tras derrocar al régimen de Bashar al Assad, ha presidido ya varias operaciones de represión contra las minorías chií (alauí), cristiana y drusa. Estos actos, perpetrados por los exyihadistas ahora al frente del país, han generado una preocupación palpable en la comunidad internacional, a pesar de los esfuerzos de Damasco por presentarse como un interlocutor confiable.

El baile diplomático en Washington: ¿Una base por la libertad?

La visita de Al Sharaa a Washington el 11 de noviembre no fue una mera formalidad. A falta de confirmación oficial, se rumorea con fuerza que Damasco ha puesto sobre la mesa una oferta tentadora: una base aérea estratégica cerca de la capital siria para la Administración Trump. A cambio, Siria busca el levantamiento de las sanciones internacionales, un paso crucial que le permitiría acceder a los mercados financieros globales y, sobre todo, poner en marcha la tan ansiada reconstrucción del país, devastado por años de conflicto.

Esta propuesta subraya la urgencia de Siria por reintegrarse económicamente y la disposición de Al Sharaa a negociar con potencias que hasta hace poco consideraba enemigas. Para Estados Unidos, este acercamiento podría representar una oportunidad para reconfigurar su influencia en una región compleja, aunque las implicaciones de tal acuerdo son inmensas y potencialmente polémicas.

Las exigencias de Washington y la sombra de Israel

Aunque Trump no insiste en promesas de democracia –una quimera en la actual Siria–, sí tiene una prioridad clara: que Damasco se acerque a Israel, emulando los llamados Acuerdos de Abraham. Este sería, sin duda, un legado diplomático de gran peso para la administración estadounidense. Sin embargo, la actual Siria está muy lejos de esa posibilidad, especialmente considerando su reciente y estrecha imbricación con Turquía, un país vehementemente antisionista.

El Pentágono, por su parte, mantiene su presencia en el norte de Siria con un millar de militares. Su misión es clara: apoyar a las fuerzas kurdo-sirias en su lucha contra los remanentes del Estado Islámico, que en su momento estableció allí su primer califato. Esta doble estrategia de Washington –diplomacia pragmática con Damasco y apoyo militar a las fuerzas kurdas– evidencia la complejidad de sus intereses en la región.

Los movimientos de las otras piezas del ajedrez: Turquía y Rusia

La nueva Siria no baila sola. El régimen islamista de Erdogan en Turquía ha sellado un pacto de hermandad con el gobierno de Al Sharaa, tan sorprendente como estratégico. Este acuerdo permite a los militares turcos sobrevolar Siria como si fuera territorio propio, una clara señal de la profunda alianza forjada. Turquía también se enfrenta a los milicianos kurdo-sirios en el norte, bajo el pretexto de que protegen al PKK turco. Este conflicto de intereses, paradójicamente, beneficia a Damasco, al debilitar a uno de sus posibles focos de oposición interna.

Rusia, que durante la guerra civil fue un aliado incondicional del régimen de los Asad junto con Irán, ha visto cómo el pragmatismo se impone. Al Sharaa, a pesar de haber derrocado a los antiguos aliados de Putin, busca mantener una buena relación con Moscú. Los motivos son netamente económicos y militares: Rusia le asegura gas, petróleo y armamento. La reapertura de las dos bases rusas en Siria es un testimonio de cómo las prioridades estratégicas pueden trascender las antiguas lealtades.

La cuestión de los yihadistas y la represión interna

Una pregunta que sigue en el aire es el número de yihadistas extranjeros que, tras luchar junto a Al Sharaa, permanecen en Siria. Aunque es una cifra desconocida, se sabe que varios ocupan ahora puestos de relevancia en la nueva jerarquía del ejército. Los testimonios sobre las operaciones de represalia contra drusos, alauíes y cristianos, que no han sido investigadas por el gobierno, sugieren su activa participación en estos actos y ponen de manifiesto la preocupante continuidad de ciertas prácticas.

Israel: La «presencia non grata» y la ampliación del Golán

Finalmente, no podemos pasar por alto la postura de Israel. Ante el carácter claramente antisionista del régimen de Al Sharaa, Israel ha respondido con una «medida preventiva»: la ampliación de su zona de ocupación en los Altos del Golán, ganando más territorio a Siria. Durante el último año, decenas de ataques aéreos israelíes contra objetivos militares sirios se han justificado como «actos preventivos» contra fuerzas hostiles. Damasco, por su parte, se ha limitado a elevar su protesta ante la comunidad internacional, mostrando la delicada balanza de poder en esta frontera.

En definitiva, Siria se ha convertido en un complejo tablero de ajedrez donde las potencias mundiales y regionales mueven sus fichas con intereses cruzados. Entre pactos sorprendentes, represiones internas y movimientos militares estratégicos, el futuro de Siria sigue siendo una incógnita, teñida de un pragmatismo brutal que redefine constantemente lo que consideramos posible en las relaciones internacionales.

Fuente original de la información: ABC – Francisco de Andrés

Créditos de la imagen: afp

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