Un nuevo golpe ucraniano amenaza el combustible ruso
Un nuevo golpe ucraniano amenaza el combustible ruso
La madrugada de este lunes, los cielos rusos volvieron a ser escenario de un tenso episodio. Drones ucranianos volvieron a dirigirse hacia la refinería de Sarátov, esa instalación gigantesca en la cuenca del Volga que ya es una vieja conocida para los operativos ucranianos. Es la cuarta vez en este otoño que esta refinería, fundamental para la infraestructura energética rusa, se convierte en el objetivo de estos dispositivos aéreos no tripulados, marcando un patrón de ataques que apunta directamente al corazón del suministro ruso.
Ubicada estratégicamente en la parte europea de Rusia, la refinería de Sarátov, propiedad de la estatal Rosneft, no es cualquier instalación. Es una de las más antiguas y con una capacidad de procesamiento de nada menos que 4,8 millones de toneladas métricas anuales. Un objetivo de alto valor, sin duda, en este conflicto que no cesa. Los ecos de los ataques anteriores, registrados los días 16 y 20 de septiembre y el 16 de octubre, resuenan con fuerza en este último incidente, que parece ser el más significativo hasta la fecha.
La defensa aérea en alerta máxima
La incursión del lunes sumió a la región de Sarátov en un estado de emergencia palpable. Las consecuencias inmediatas fueron severas. Los vuelos hacia y desde el aeropuerto local fueron cancelados, interrumpiendo la vida cotidiana y generando un ambiente de incertidumbre. Pero no solo Sarátov sintió el impacto. La vecina región de Penza activó rápidamente el plan «Alfombra», un protocolo de seguridad aérea que obliga a todas las aeronaves a aterrizar o abandonar el espacio aéreo afectado, blindando la zona ante cualquier amenaza desde el cielo.
Las autoridades castrenses rusas no tardaron en reaccionar. Reportaron el derribo de un impresionante número de 64 drones en diversas regiones. La distribución fue la siguiente:
- 29 drones en Sarátov, la región directamente afectada por el ataque a la refinería.
- Otros 29 en Rostov, una región sureña cercana a la frontera ucraniana.
- Cuatro en Volgogrado.
- Uno en Stávropol.
- Uno en Bélgorod.
A pesar de esta supuesta eficacia defensiva, Moscú evitó confirmar un impacto directo en la refinería de Sarátov. Sin embargo, Kiev, desde el otro lado, fue categórico, asegurando haber logrado su objetivo y golpeado las instalaciones con éxito. La justificación de Ucrania para estos ataques es clara: señalar a Rosneft como una pieza clave en el abastecimiento de las fuerzas armadas rusas, transformando las infraestructuras energéticas en blancos legítimos de su estrategia militar. Y como broche de oro a su jornada, el Ejército ucraniano también afirmó haber impactado centros logísticos rusos en Lugansk, mostrando una ofensiva coordinada y de amplio espectro.
La crisis del combustible: un efecto dominó
Este ataque no es un incidente aislado, sino parte de una campaña mucho más amplia y efectiva que Ucrania ha estado implementando durante meses. Desde agosto, se han registrado ataques a 22 refinerías rusas, dejando a muchas de ellas parcial o totalmente inoperativas. Esta estrategia ha tenido un impacto demoledor. Según datos recientes, el volumen de petróleo refinado en Rusia ha caído a sus niveles más bajos en los últimos cinco años, con una disminución del 10% respecto a julio. Las proyecciones no son alentadoras: la Agencia Internacional de la Energía anticipa que esta reducción en la producción petrolera rusa podría prolongarse hasta mediados de 2026.
La repercusión más directa y preocupante para la población rusa es la ya evidente escasez de gasolina. Varias regiones del país, incluyendo zonas cercanas a la capital, ya experimentan las consecuencias. Aunque Moscú se libra de los peores escenarios, las regiones periféricas y las más cercanas al frente de batalla sufren de largas colas en gasolineras, restricciones en la compra de combustible y, en algunos casos, cierres temporales de estaciones. La situación es crítica y genera un descontento creciente.
Medidas desesperadas de Rusia
Ante esta crisis energética, el gobierno ruso se ha visto forzado a tomar medidas de emergencia. La prohibición temporal de exportar gasolina y diésel es una de las más drásticas, buscando priorizar el suministro interno a toda costa. Además, se ha autorizado el uso de aditivos químicos para aumentar el octanaje del combustible disponible y se ha recurrido a la importación de carburante desde países aliados como Bielorrusia y China. Estas acciones, aunque necesarias, revelan la vulnerabilidad de la infraestructura energética rusa frente a la estrategia de ataques selectivos de Ucrania.
El uso de drones por parte de Ucrania contra las infraestructuras energéticas rusas no es un acto al azar. Es una respuesta táctica y estratégica a los bombardeos constantes que sufre su propia red eléctrica. Es un ojo por ojo que eleva la apuesta y busca presionar a Rusia donde más le duele: en su capacidad de mantener operativa la maquinaria de su economía y, por ende, de su guerra. Con cada ataque a una refinería, la presión sobre Moscú aumenta, generando una tensión que se extiende más allá del campo de batalla y se siente directamente en las calles y las gasolineras de Rusia.
El futuro de esta guerra híbrida, donde la energía se convierte en un arma estratégica, es incierto. Pero una cosa es clara: cada ataque exitoso a una refinería rusa no solo afecta la capacidad de combustible de un país, sino que también envía un mensaje contundente sobre la resiliencia y la determinación de Ucrania.
Fuente original de la información: ABC – Álex Bustos
Créditos de la imagen: REUTERS