El alto el fuego entre Irán e Israel que se rompió antes de empezar

Una tregua que nació rota
La madrugada del martes prometía un respiro, aunque fuera breve, en una de las regiones más volátiles del planeta. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se adelantaba para anunciar lo que parecía una victoria diplomática: un acuerdo de alto el fuego entre Irán e Israel, previsto para entrar en vigor a las seis de la mañana, hora española. Sin embargo, la esperanza se desvaneció tan rápido como llegó, convirtiendo el anuncio en el prólogo de una jornada de caos, acusaciones cruzadas y más violencia.
La desconfianza fue la primera señal de que el pacto era un castillo de naipes. Mientras el mundo esperaba la calma, Israel no confirmó que acataría la tregua hasta las ocho de la mañana, dos horas después del límite establecido. Por su parte, Irán, aunque afirmaba haber aceptado el acuerdo, dejaba claro que se reservaba el derecho a responder, sembrando dudas sobre su compromiso real y demostrando la profunda brecha de desconfianza que separa a ambas naciones.
Fuego y furia en las horas previas
Lejos de silenciar las armas, las horas previas al supuesto inicio del cese de hostilidades estuvieron marcadas por un intercambio de fuego letal. La tensión escaló dramáticamente cuando Israel denunció el impacto de misiles iraníes sobre un edificio residencial en Beerseba, una ciudad del sur del país. El ataque, según las autoridades israelíes, se cobró la vida de cuatro ciudadanos.
La respuesta no se hizo esperar, y la televisión estatal iraní pronto informó de una ofensiva israelí en el norte de su territorio que dejó un saldo de nueve personas fallecidas. Entre las víctimas se encontraba una figura de alto perfil: el científico nuclear Mohammad Reza Seddighi Saber, un hecho que añade una capa de complejidad estratégica al conflicto, sugiriendo que los objetivos iban más allá de lo puramente militar.
Un amanecer entre sirenas y misiles
Cuando el reloj marcó la hora del alto el fuego, la paz no llegó. En su lugar, el ejército israelí activó las alarmas antiaéreas en el norte del país, entre Haifa y los Altos del Golán. La orden para la población fue clara y aterradora: buscar refugio de inmediato. La razón: se habían detectado misiles provenientes de Irán en trayectoria hacia territorio israelí. El alto el fuego, en la práctica, había implosionado antes siquiera de empezar.
Casi simultáneamente, el escenario del conflicto se expandió. Desde Irak llegaban noticias de un misterioso ataque con drones. La oficina del primer ministro iraquí, Mohamad Shia al Sudani, confirmó que «varios drones kamikaze» habían golpeado múltiples bases militares bajo control exclusivo de sus fuerzas de seguridad. Los ataques causaron «daños graves» en los sistemas de radar del campamento Taji, al norte de Bagdad, y en la base Imam Alí, en el sur. Aunque no se reportaron víctimas, el gobierno iraquí no señaló a ningún culpable, dejando un vacío que la especulación internacional se apresuró a llenar.
Escalada de acusaciones y la amenaza de una guerra total
Con la situación fuera de control, la retórica se endureció. Una vez que las sirenas se silenciaron y se permitió a la población israelí abandonar los refugios, el ministro de Defensa, Israel Katz, lanzó una acusación directa y contundente: Irán había violado el acuerdo. Acto seguido, ordenó al mando militar preparar una respuesta de una magnitud sin precedentes: «ataques de alta intensidad contra objetivos en el corazón de Teherán». Una declaración que ponía a toda la región al borde de una guerra a gran escala.
Desde Teherán, la versión era radicalmente opuesta. El Estado Mayor de Irán negó categóricamente haber lanzado misiles hacia Israel tras la hora pactada. Es más, devolvieron la acusación, asegurando que las fuerzas israelíes habían continuado con su ofensiva hasta las nueve de la mañana, violando flagrantemente la tregua. Sobre el ataque en Irak, guardaron un silencio elocuente.
La diplomacia se quiebra en la región
El torbellino de acontecimientos también arrastró a otros actores regionales. Qatar, un mediador clave en muchos conflictos de Oriente Medio, convocó al embajador iraní en Doha para exigir explicaciones. El motivo era una ofensiva iraní previa contra la base militar estadounidense de Al Udeid, situada en territorio catarí.
La respuesta de Teherán, a través de su portavoz de Exteriores, Esmail Baghaei, fue desafiante. Calificó los ataques como un «ejercicio de nuestra legítima defensa», alegando que respondían a un bombardeo estadounidense previo sobre sus instalaciones nucleares de Fordo, Natanz e Isfahán. Esta afirmación añade una nueva y peligrosa dimensión al conflicto, implicando directamente a Estados Unidos en la cadena de ataques y respuestas que ha hecho saltar por los aires un alto el fuego efímero. Lo que comenzó como un rayo de esperanza diplomática se ha convertido en la mecha de un polvorín que amenaza con estallar.
Fuente original de la información: ABC – José Ignacio de la Torre
Créditos de la imagen: REUTERS // Vídeo: EP