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El bloqueo que paraliza a la ONU frente a las crisis globales

El bloqueo que paraliza a la ONU frente a las crisis globales El bloqueo que paraliza a la ONU frente a las crisis globales ¡Prepárense, amantes de la actualida...






El bloqueo que paraliza a la ONU frente a las crisis globales

El bloqueo que paraliza a la ONU frente a las crisis globales

¡Prepárense, amantes de la actualidad y la política internacional! En Vinyl Station Radio, nos adentramos en los entresijos de la dinámica global para desmenuzar un tema que está en boca de todos: el estancamiento de la ONU ante las crisis que sacuden el mundo. Y es que, si hay algo que resuena con fuerza en los pasillos del poder, es el creciente escepticismo sobre la efectividad de este organismo. Desde comentarios incisivos hasta acciones que desafían el statu quo, el panorama para las Naciones Unidas se muestra más complejo que nunca.

La crítica no es nueva, y figuras influyentes no han dudado en expresar su descontento. ¿Recuerdan esa frase lapidaria de que si al edificio de la ONU le faltaran diez pisos, no pasaría absolutamente nada? Pues bien, esta retórica resurge con fuerza, liderada por personalidades que cuestionan abiertamente el rol de la organización. Parece que la frustración no solo radica en la percepción de inoperancia, sino también en la idea de que los problemas globales, lejos de resolverse, terminan por enquistarse o incluso agravarse.

La visión desde Washington: ¿Siete conflictos resueltos sin ayuda de la ONU?

Desde la Casa Blanca se ha lanzado un mensaje claro, y bastante audaz, sobre la capacidad de resolución de conflictos. Se asegura que se han concluido siete guerras sin que las Naciones Unidas siquiera intentaran mediar. Una afirmación que, de ser cierta, pondría en evidencia una profunda desconexión entre los esfuerzos nacionales y la acción multilateral. Es una declaración que no solo desafía la narrativa habitual, sino que también subraya una filosofía de “solos podemos” que contrasta fuertemente con el espíritu fundacional de la ONU.

Las supuestas guerras finalizadas son un abanico diverso que va desde Camboya y Tailandia hasta Israel e Irán, y en cada caso, se plantea que la organización internacional brilló por su ausencia. Aunque algunos de estos reclamos han generado dudas y hasta titulares que desmienten ciertos conflictos, la esencia del argumento se mantiene: la percepción de ineficacia de la ONU como mediador principal en escenarios de alta tensión. Es un golpe directo a la credibilidad de un organismo diseñado para la paz global y la cooperación.

El caso de Palestina: Un reconocimiento que se topa con el veto

Uno de los ejemplos más contundentes de esta «disfuncionalidad» de la que hablamos es, sin duda, la situación del Estado de Palestina. A pesar de que una abrumadora mayoría de la comunidad internacional, con 157 países a bordo, ha reconocido a Palestina, la realidad sobre el terreno sigue siendo la misma. ¿Por qué ocurre esto? Principalmente, por el firme rechazo de naciones clave como Estados Unidos e Israel, que esgrimen razones como la falta de fronteras definidas y la división de territorios para justificar su postura.

El veto en el Consejo de Seguridad se convierte así en un muro infranqueable para una resolución que, de otra forma, ya contaría con el apoyo necesario. Este escenario no solo pone de manifiesto la complejidad del conflicto, sino también el poder de bloqueo que pocas naciones tienen dentro de la estructura de la ONU. Una prueba clara de cómo las decisiones de unos pocos pueden anular la voluntad de muchos, polarizando aún más una situación ya de por sí volátil.

Venezuela y el “injerencismo”: La confrontación de visiones

Otro punto de fricción notorio es la situación en Venezuela. Las críticas al despliegue militar en el Caribe y las recurrentes acusaciones de injerencismo por parte de potencias externas han generado una polarización evidente. Líderes de otras naciones no han dudado en alzar la voz, denunciando lo que consideran violaciones a la soberanía y un uso desmedido de la fuerza. Sin embargo, para Washington, estas críticas parecen caer en saco roto.

La postura oficial es que el sistema judicial interno tiene la última palabra, sin importar lo que opinen los organismos internacionales. Es una declaración audaz que, una vez más, subraya la creencia de que algunas naciones son capaces de operar al margen de las directrices y recomendaciones de la ONU. Esto abre un debate fascinante sobre la autoridad y la influencia real de las Naciones Unidas en un mundo cada vez más multipolar.

La Asamblea General: ¿Discursos o debate real?

La Asamblea General de la ONU es, por tradición, el gran escenario donde los líderes mundiales se reúnen para abordar los retos más apremiantes. Sin embargo, la realidad a menudo dista mucho de ser un foro de debate constructivo. Más bien, se ha convertido en una sucesión de discursos, donde cada nación expone su postura sin que necesariamente se traduzca en soluciones concretas. La guerra en Gaza y la crisis climática han sido los grandes protagonistas de esta edición, y la tensión es palpable.

Un claro ejemplo de esta tensión fue el boicot a un líder mientras exponía las atrocidades en Gaza, una imagen que impactó a muchos. Las políticas proisraelíes y a favor de los combustibles fósiles contrastan fuertemente con la visión de la mayoría de las naciones europeas y otras regiones. La Administración en cuestión se encuentra en minoría en estos temas, pero su poder de veto en el Consejo de Seguridad la convierte en una fuerza insalvable, capaz de paralizar cualquier iniciativa que no se alinee con sus intereses.

El repliegue de Washington y el ascenso de Pekín

La Administración actual en Estados Unidos ha marcado un antes y un después en su relación con la ONU. Argumentando que la organización se ha alineado con «causas izquierdistas», se ha procedido a una reducción significativa de los lazos. Retiros de organismos clave como la UNESCO y el Consejo de Derechos Humanos, así como la finalización de la participación en agencias de ayuda, son solo algunas de las medidas que demuestran este distanciamiento.

Esta coyuntura ha invertido los roles en el escenario internacional. El gran crítico del sistema es ahora Washington, mientras que Pekín se posiciona como el garante del multilateralismo. China, bajo el liderazgo de su primer ministro, se ha presentado como un «baluarte» contra la erosión de los valores fundacionales de la ONU, ofreciendo su mediación en conflictos como Ucrania o Palestina. Es un movimiento estratégico que busca consolidar su influencia entre los países en desarrollo, alineando votos y proyectándose como una alternativa al repliegue estadounidense.

La llamada al multilateralismo de la ONU

Ante este panorama desafiante, el actual secretario general de la ONU, António Guterres, no se rinde. Su propuesta central es clara: reforzar el multilateralismo frente a la ola nacionalista que avanza. En su discurso de apertura, instó a elegir «paz frente a guerra, ley frente a ilegalidad, cooperación frente a conflicto», reconociendo que el mundo se está volviendo multipolar con la emergencia de potencias como China e India.

Guterres advierte que esta diversidad solo será positiva si se acompaña de cooperación internacional y de instituciones eficaces. De lo contrario, el resultado será el temido «caos». Con un presupuesto regular propuesto para 2026 de 3.238 millones de dólares y una reducción en la demanda de ayuda humanitaria, la ONU se enfrenta a la titánica tarea de reafirmar su relevancia en un mundo que parece cada vez más inclinado a la acción unilateral. La pregunta que queda en el aire es: ¿podrá lograrlo?

Fuente original de la información: ABC – David Alandete

Créditos de la imagen: EFe

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