El pacto secreto que Trump le propone a Erdogan

El pacto secreto que Trump le propone a Erdogan
El escenario era la imponente Casa Blanca, la atmósfera, una calculada mezcla de cordialidad y alta tensión diplomática. Donald Trump recibió a Recep Tayyip Erdogan en un encuentro que, más allá de los gestos protocolarios, buscaba redefinir las complejas relaciones entre Estados Unidos y Turquía. Desde el primer instante, quedó claro que la agenda no solo incluía la amistad forjada entre ambos líderes desde 2017, sino también una presión directa sobre un punto delicado: la relación económica de Turquía con Rusia, especialmente en el ámbito energético.
En las entrañas del Despacho Oval, Trump no se anduvo con rodeos. El mensaje, ya escuchado por otros aliados como la India o la Unión Europea, resonó con fuerza: Turquía debe dejar de comprar petróleo ruso. Con una retórica incisiva, el presidente estadounidense sentenció: “Es una vergüenza, una pérdida de vidas humanas absolutamente innecesaria. Han muerto millones ya, y para qué, para nada”. Y enfatizó que, mientras la situación en Ucrania persista, “ningún aliado debería estar sosteniendo a Putin con dinero del petróleo”.
Erdogan, conocido por su habilidad diplomática, escuchó con atención, interacciones mínimas y negaciones sutiles, pero evitó cualquier tipo de compromiso público que pudiera interpretarse como un cambio de postura de su país. Este gesto de Trump, sin embargo, no fue aleatorio. Se trató de una jugada estratégica para presionar a Ankara en un tema central del conflicto ucraniano, sin romper la escenografía de una amistad personal que ambos mandatarios han cultivado cuidadosamente a lo largo de los años.
Presión y Promesas: Una Balanza Delicada
La reunión en Washington no fue simplemente una confrontación; fue un delicado juego de ajedrez donde las presiones se entrelazaban con promesas de vastos acuerdos comerciales y militares. Mientras exigía el corte de lazos petroleros con Rusia, Trump puso sobre la mesa una serie de incentivos que podrían ser irresistibles para Ankara. El más destacado: el posible retorno de Turquía al programa de cazas F-35, del cual fue expulsada en 2019 tras adquirir el sistema de defensa ruso S-400.
Trump reconoció que Ankara “siempre quiso esos aviones” y afirmó estar estudiando fórmulas para reincorporarla. Además, se habló de la venta de nuevos cazas F-16 Viper y de un paquete de misiles Patriot, una demanda turca histórica que, según el exmandatario estadounidense, fue un error de administraciones anteriores, incluyendo las de Barack Obama y Joe Biden, el habérselos negado. Estos ofrecimientos representan un as bajo la manga para Estados Unidos, buscando reencauzar la relación de defensa con un aliado clave de la OTAN.
El componente económico puro también jugó un papel crucial. Turkish Airlines, la aerolínea bandera de Turquía, se encuentra en negociaciones avanzadas con Boeing para adquirir hasta 300 aviones comerciales, un contrato que podría superar los diez mil millones de dólares. Trump presentó este macroproyecto como un intercambio “beneficioso para ambas economías”, elogiando la capacidad manufacturera turca y expresando el deseo de Estados Unidos de seguir comprando sus “productos fantásticos”.
La Doctrina Trump: Vender Armas, Exigir Lealtad
La reunión, que siguió a la participación de ambos líderes en la Asamblea General de Naciones Unidas, también sirvió para exhibir la filosofía que Donald Trump busca imponer en la política exterior estadounidense. Es una doctrina de un Estados Unidos que vende armas, no las regala, y que exige lealtad política a cambio de acceso a su poderoso mercado de defensa.
- Venta a precio completo: Trump remarcó que su administración vende «cantidades tremendas de armamento a la OTAN, a precio completo», contrastando con la política de «regalos» que atribuye a la administración Biden.
- Incremento del gasto en defensa: Según su relato, bajo su presión directa, el gasto en defensa de los socios de la OTAN subió del 2% al 5% del PIB, un logro que atribuye a su firmeza y estrategia negociadora.
- Lealtad a cambio de acceso: La propuesta implícita es clara: si un país quiere acceso a la tecnología y el mercado militar estadounidense, debe alinear sus intereses con Washington en momentos críticos.
La visita de Erdogan a Washington dejó en evidencia la contradicción inherente a la relación entre estos dos líderes. Por un lado, Trump muestra una cercanía personal notable con el presidente turco, elogiándolo como “un hombre fuerte, respetado en su país y en Europa”, e incluso rememorando favores pasados, como la liberación del pastor evangélico Andrew Brunson en 2018. Por otro lado, no duda en exigir a Ankara que se alinee con Washington en su pulso contra Moscú, instándole a cortar el flujo de petróleo ruso, una decisión que tendría un impacto significativo en la economía turca, que depende de esa energía para mantenerse a flote.
Siria: Una «Victoria Rutilante» atribuida a Erdogan
Otro punto crucial de la conversación, y no menos polémico, fue el conflicto en Siria. Trump no dudó en calificar la caída de la familia Al Assad como una «rutilante victoria» de Erdogan. Describió la operación como un manual de estrategia, donde «nadie sabía quién era la otra parte», pero rápidamente aclaró: «pero yo sí: eran Turquía».
Según la narrativa de Trump, Erdogan tomó el control de la situación, organizó a los combatientes y orquestó la caída de Bashar al Assad mediante un «golpe poco amistoso», rápido y con un derramamiento de sangre mucho menor al que muchos temían. Fue, en sus palabras, un movimiento quirúrgico que transformó el tablero geopolítico de Oriente Próximo.
Con gestos que buscaban quitarse el mérito personal, Trump insistió en que el reconocimiento era para Turquía: «Yo lo sé, ellos lo hicieron», afirmó, subrayando que él había comprendido la magnitud de la operación antes que nadie. Además, mencionó que su gobierno, a petición de Turquía, Arabia Saudí y Qatar, retiró las sanciones a Siria. Incluso reveló haberse reunido dos veces con el nuevo presidente sirio, Ahmed al Sharaa, un personaje con un pasado muy controvertido: exyihadista, encarcelado en prisiones estadounidenses y con una recompensa de cinco millones de dólares sobre su cabeza, además de ser apoyado por facciones islamistas como la de Abu Mohamed al Jolani. Esta parte de la conversación añade un nuevo giro a las complejas dinámicas de poder en la región y la sorprendente flexibilidad de relaciones que Trump parece dispuesto a establecer.
En resumen, la visita de Erdogan a la Casa Blanca fue mucho más que una simple reunión protocolaria. Fue un complejo cruce de intereses, presiones y ofertas, donde la amistad personal se mezcla con la más cruda realpolitik, dibujando un futuro incierto pero lleno de posibilidades para la relación entre Estados Unidos y Turquía.
Fuente original de la información: ABC – David Alandete
Créditos de la imagen: AFP