El público que está salvando al flamenco no es el que imaginas

El público que está salvando al flamenco no es el que imaginas
Hay un estribillo que resuena en la historia de la música española desde hace casi dos siglos: «el flamenco se muere». Es un lamento tan antiguo como el propio arte, una profecía de su desaparición que, curiosamente, nunca llega a cumplirse. Pero ahora, un nuevo informe viene a poner los puntos sobre las íes, desmontando el mito con datos contundentes y revelando que el futuro del quejío, el toque y el baile está en manos de una audiencia que muchos no esperaban.
Una «crisis» que dura 200 años
Para entender la magnitud de esta revelación, hay que viajar en el tiempo. La idea de que el flamenco está en peligro no es un debate de nuestra era digital. El investigador José Luis Ortiz Nuevo encontró un poema anónimo de 1846, publicado en un periódico de La Habana, que ya lloraba por el «fandango despreciado». ¡En 1846! Una época en la que el flamenco, como lo conocemos, apenas estaba naciendo. Es como anunciar el final de una película cuando apenas han empezado los créditos iniciales.
Esta narrativa fatalista ha tenido portavoces de lujo. En 1881, el mismísimo Demófilo, padre de los poetas Antonio y Manuel Machado, lanzó la primera gran operación de rescate con su ensayo ‘Colección de cantes flamencos’. ¿Su gran enemigo? Los cafés-cantante, que, según él, estaban corrompiendo la pureza del arte al sacarlo de los círculos íntimos y profesionalizarlo. Creía que popularizarlo era matarlo.
Décadas más tarde, en 1922, dos genios como Federico García Lorca y Manuel de Falla organizaron el célebre Concurso de Cante Jondo de Granada. Su objetivo era, de nuevo, salvar un tesoro que, según advertían, «está a punto de desaparecer». La historia se repetía: el flamenco, siempre al borde del abismo, siempre sobreviviendo a sus propios funerales.
La bofetada de realidad: El flamenco está más vivo que nunca
Contra esta tradición agorera, la Fundación Paco de Lucía y la consultora EY han presentado en el Círculo de Bellas Artes de Madrid el informe ‘El flamenco en España. Presente y futuro de un arte que está más vivo que nunca’. Basado en 1.200 encuestas a nivel nacional y entrevistas con expertos, el estudio es un soplo de aire fresco y una inyección de autoestima para un sector que, a menudo, se siente infravalorado.
Los datos son tan rotundos que desarman cualquier argumento pesimista. Para empezar, tres de cada cuatro españoles escuchan flamenco. No es una errata. Hablamos del 72% de la población, lo que se traduce en unos 27 millones de personas en todo el país. El flamenco no es un arte de nicho; es una potencia cultural masiva.
Los números que rompen el molde
El informe desglosa un panorama vibrante que merece ser destacado:
- Un 27% de los encuestados declara que es una música que le gusta, y para un 4% es su género predilecto.
- La conexión es constante: un 11% lo escucha casi todos los días y un 27% lo hace semanalmente.
- El flamenco ha trascendido los tablaos para colarse en universidades, teatros, museos y festivales internacionales de primer nivel, como el Flamenco Festival USA, que reúne a miles de espectadores en ciudades como Nueva York o Miami.
El giro inesperado: La generación Z al rescate
Pero la verdadera bomba informativa del estudio, la que da título a esta noticia, es quién lidera este renacimiento. Olvídate de la imagen del purista de pelo cano. El público más entusiasta, el que está impulsando el flamenco hacia el futuro, es el más joven.
Según el informe, el grupo de edad de entre 18 y 29 años es el que muestra una mayor pasión. Un impresionante 36% de los jóvenes disfruta del flamenco de forma habitual, y para un 6% es su género musical favorito, una cifra que supera la media nacional. Pero el dato más revelador es de percepción: un 62% de los jóvenes españoles opina que el flamenco está en su mejor momento. Ellos no ven un arte en decadencia, sino una cultura en plena ebullición.
Esta conexión juvenil pulveriza los clichés y demuestra que el flamenco ha sabido adaptarse, fusionarse y hablar el lenguaje de las nuevas generaciones sin perder su alma. Artistas como Rosalía, Israel Fernández o María José Llergo son solo la punta del iceberg de un movimiento profundo que conecta la raíz con la vanguardia.
El aplauso global y el silencio institucional
A pesar de este panorama abrumadoramente positivo, el informe también destapa una amarga paradoja. Mientras el público y el mundo aclaman al flamenco, las instituciones parecen seguir mirando hacia otro lado. El guitarrista Juan Carlos Romero, vicepresidente de la Unión Flamenca, lo resumió con crudeza: «Quienes tienen que saberlo son los que están en los despachos, pero se ve que todavía no lo saben». Denuncia que el apoyo oficial a menudo se queda en «dos palmaditas en la espalda», fruto de una percepción de que el flamenco pertenece a un «submundo» de poco prestigio.
La expresidenta Carmen Calvo reforzó esta idea, recordando cómo su padre la «educaba» en el flamenco y criticando que la clase política aún no ha entendido lo que Lorca y Falla proclamaron hace un siglo: que el flamenco es «la música culta de los españoles». Culta no como sinónimo de elitista, sino de extraordinariamente importante. Es el alma de un país, un embajador cultural sin igual que, irónicamente, lucha por ser profeta en su propia tierra.
El veredicto está claro. El flamenco no se muere; de hecho, está viviendo una de sus épocas más doradas gracias a un público joven y diverso que lo ha abrazado sin complejos. La pregunta ya no es si el flamenco sobrevivirá, sino cuándo las instituciones estarán a la altura de su grandeza.
Fuente original de la información: ABC – Israel Viana
Créditos de la imagen: Archivo Familiar