El sorprendente giro de Netanyahu en Gaza

El sorprendente giro de Netanyahu en Gaza
¡Atención, amantes de la actualidad y la cultura pop! Algo grande está pasando que podría cambiar el panorama de Oriente Medio y, en Vinyl Station Radio, no podemos dejar de contártelo con el ritmo que te encanta. Imaginen la escena: la Casa Blanca, este lunes, se convierte en el epicentro de un posible fin de un conflicto que ha marcado la historia reciente. Estados Unidos ha puesto sobre la mesa un ambicioso plan de veinte puntos, diseñado para traer la paz a Gaza. Y la sorpresa, la verdadera nota discordante, es que Benjamin Netanyahu, el mismísimo primer ministro israelí, ha dado su visto bueno.
Este plan es una mezcla explosiva de desmilitarización, una avalancha de ayuda humanitaria y una estructura política transitoria, eso sí, bajo una estricta supervisión internacional. La noticia ha retumbado como un trueno, y la pelota está ahora en el tejado de Hamás. Donald Trump, figura central en este drama, lo dejó claro: si Hamás decide rechazar la propuesta, serán los únicos responsables, abriendo la puerta a una total libertad de acción por parte de Israel contra la organización.
La conferencia de prensa fue un espectáculo digno de guion de Hollywood. Los dos líderes, Trump y Netanyahu, se negaron a aceptar preguntas, argumentando que los detalles aún necesitan ser pulidos y que todos los países implicados deben dar su sí. Pero la tensión era palpable, especialmente cuando Trump invitó a Netanyahu a responder una pregunta y este último se negó, generando una ola de confusión y especulaciones. Esta propuesta tiene sus raíces en un documento previo, con la firma del ex primer ministro británico Tony Blair, mostrando que las grandes ideas no siempre nacen de la nada.
Un Compromiso Inesperado para la Paz
Netanyahu, con una solemnidad casi coreográfica, proclamó su apoyo al plan. Sus palabras resonaron con fuerza: “Apoyo su plan para poner fin a la guerra en Gaza, porque cumple nuestros objetivos. Devolverá a Israel a todos nuestros rehenes, desmantelará las capacidades militares y el poder político de Hamás, y garantizará que Gaza nunca vuelva a representar una amenaza para Israel”. También celebró que Gaza quede bajo una autoridad civil y que la seguridad de la Franja quede, de alguna manera, bajo control israelí. Un giro de guion que pocos veían venir.
El plan es claro en sus intenciones de seguridad. Israel no ocupará ni anexará Gaza. En su lugar, Estados Unidos, con el apoyo de socios árabes e internacionales, desplegará una Fuerza Internacional de Estabilización. Esta fuerza no solo garantizará la seguridad, sino que también formará y apoyará a las fuerzas policiales palestinas, colaborando estrechamente con Egipto e Israel para controlar las fronteras y frenar el contrabando de armas. La retirada del ejército israelí será paulatina, sujeta a hitos de desmilitarización que serán verificados por censores completamente independientes. Es una apuesta audaz por la estabilidad.
El Cruce de Caminos: Rehenes y Futuro de Hamás
Uno de los puntos más delicados y urgentes del plan es el canje de rehenes y prisioneros. Se busca un efecto inmediato: en solo 72 horas después de la aceptación israelí, todos los cautivos, sin importar su estado, vivos o muertos, serían devueltos. A cambio, Israel liberaría a 250 presos con cadena perpetua y a 1.700 gazatíes detenidos desde el fatídico 7 de octubre de 2023, incluyendo a todas las mujeres y niños. Además, se ha establecido una regla de proporcionalidad que pone los pelos de punta: por cada rehén israelí fallecido cuyos restos sean entregados, Israel entregará los restos de 15 gazatíes. Una balanza que busca cerrar heridas, aunque sea con dolor.
Otro pilar fundamental del plan es la total exclusión de Hamás de cualquier función en la administración de Gaza. El documento prohíbe explícitamente su participación “directa, indirecta o de cualquier forma”. Se ordena la destrucción completa de túneles, arsenales y cualquier instalación de producción de armas, todo bajo un proceso de desmilitarización supervisado y financiado internacionalmente. Pero hay un rayo de esperanza para los miembros de Hamás: aquellos que acepten la convivencia pacífica y la desmilitarización podrían recibir amnistía. Y si prefieren marcharse, se les garantizarán pasajes seguros a países dispuestos a recibirlos. Es una oferta de salida, un intento de reescribir un futuro complejo.
Gobernanza, Reconstrucción y el Papel de la Comunidad Internacional
La gestión civil de Gaza se propone que quede en manos de un comité palestino tecnocrático y apolítico, apoyado por expertos internacionales y supervisado por una flamante “Junta de la Paz”. Esta Junta, presidida por el mismísimo Donald Trump y con figuras de peso como Tony Blair en la dirección operativa, sería la encargada de establecer los marcos institucionales, controlar la financiación de la reconstrucción y vigilar el proceso de transición hasta que la Autoridad Palestina, tras una serie de reformas, pueda retomar el control efectivo. Es un ambicioso intento de poner orden en el caos.
Y para rematar, el plan incluye un paquete de reconstrucción verdaderamente masivo. Se contempla la rehabilitación de infraestructuras básicas, la entrada sin trabas de ayuda humanitaria, la creación de una zona franca y una serie de estímulos para atraer la inversión extranjera. Trump presentó esta propuesta como una alternativa entre la «guerra sin fin» y la «oportunidad de construir un Gaza en paz con sus vecinos». Subrayó que muchos gobiernos y actores regionales ya han dado su visto bueno, y la aceptación de Netanyahu abre la puerta a una implementación rápida y efectiva.
Pero la clave sigue siendo Hamás, como insistió Trump: “Si Hamás lo rechaza, será el responsable”. Washington ha dejado claro que tiene “todas las opciones sobre la mesa” para actuar contra la amenaza que, a su juicio, representa la organización. Este plan, en su ambición y en el protagonismo que otorga a Estados Unidos, marca un punto de inflexión. Atrás quedó la visión de una «Riviera de Oriente Próximo» que Trump había esbozado en febrero; ahora el foco es la seguridad, la desmilitarización y un marco político estrictamente controlado por Washington durante la transición.
Un Hito Diplomático con un Camino Lleno de Incertidumbre
La aceptación de Netanyahu es, sin duda, un hito diplomático. Es la primera vez desde el inicio del conflicto que el primer ministro israelí aprueba públicamente una hoja de ruta que implica un repliegue militar parcial y supervisión internacional. Netanyahu sentenció que “estos objetivos deben cumplirse, y se cumplirán por las buenas o por las malas”.
Si Hamás acepta, el plan promete un cese de las operaciones y una rápida apertura de corredores humanitarios vitales. Pero si lo rechaza, la región se prepara para una nueva fase de presión militar, más intensa si cabe. La ambición de este proyecto es innegable, y su implementación, extremadamente compleja. Sus defensores argumentan que solo una acción decidida de la comunidad internacional y un control férreo sobre la seguridad pueden romper de una vez por todas el ciclo de violencia. Sin embargo, la aceptación de Netanyahu convierte en una realidad ineludible el desafío inmediato de conseguir un “sí” de Hamás, o, en caso contrario, asumir las consecuencias que Trump y sus aliados han prometido ejecutar.
Netanyahu también aprovechó la ocasión para agradecer el bloqueo de Estados Unidos al reconocimiento del Estado palestino en la ONU, considerándolo un paso práctico y realista para los próximos años. En sus propias palabras, “Gaza no debe ser administrada por Hamás ni por la Autoridad Palestina, sino por quienes quieran la paz para y con Israel”. Como un movimiento final, Trump incluso logró que Netanyahu hablara con el primer ministro de Qatar, Mohamed al Thani, y le pidiera disculpas por un ataque que, a principios de septiembre, se cobró la vida de un soldado qatarí en Doha, destinado, según Netanyahu, a eliminar líderes de Hamás. Un enredo de hilos que, quizás, empieza a desenredarse.
Fuente original de la información: ABC – David Alandete
Créditos de la imagen: