Hay un número que explica la derrota de España

A veces el fútbol duele. Y duele mucho. La sensación que nos dejó la semifinal contra Alemania es de esas que se quedan clavadas: un quiero y no puedo, un dominio abrumador que no se tradujo en el marcador. Es fácil caer en la desolación y pensar que la suerte nos dio la espalda, pero si levantamos la cabeza y miramos más allá del resultado, encontramos una historia escrita en cifras, en datos fríos que, juntos, componen un relato tan claro como desgarrador. Y entre todos ellos, hay uno que brilla con una luz especialmente cruel.
Te invitamos a sumergirte con nosotros en el análisis de un partido que tuvo de todo, menos el final que esperábamos. Porque para entender lo que pasó en el campo, a veces hay que ponerse las gafas de analista y descifrar el lenguaje de los números.
Dominio sin premio: la posesión como espejismo
Quien viera el partido sin mirar el marcador podría haber jurado que España estaba dando un recital. Y en cierto modo, lo hacía. El balón era nuestro, el ritmo lo marcábamos nosotras y el campo parecía inclinado hacia la portería alemana. Las estadísticas de posesión son la primera prueba irrefutable de este control: España amasó un impresionante 65% de la posesión, frente a un escaso 35% de Alemania. Esto no es solo un dato; es la crónica de un monólogo con la pelota.
Este control se tradujo en un volumen de juego apabullante. España completó una cantidad de pases que casi duplicó a la de su rival, moviendo el esférico con paciencia y criterio, buscando grietas en el muro teutón. Fue una demostración del estilo que ha llevado a esta generación a lo más alto: un fútbol de toque, asociativo y valiente. Pero, como en una trágica obra de teatro, el acto principal se desarrollaba en nuestro campo de ataque, mientras el verdadero drama, el de los goles, sucedía en el otro extremo.
El nudo de la cuestión: tirar no es marcar
Y aquí, amigos de Vinyl Station, llegamos al corazón de la bestia, al dato que lo cambia todo. Si tuviéramos que elegir un número, una sola estadística que explique esta derrota, sería la de los remates. La diferencia entre tirar y acertar, entre generar peligro y materializarlo. La historia del partido se puede resumir en esta lista:
- Remates totales de España: 20
- Remates totales de Alemania: 5
Veinte intentos contra cinco. Es una diferencia brutal que habla de la vocación ofensiva de un equipo y de la propuesta reactiva del otro. España buscó el gol de todas las formas posibles: disparos lejanos, jugadas trenzadas que acababan en el área, centros laterales. Sin embargo, la pólvora estaba mojada. De esos veinte remates, solo 4 fueron entre los tres palos. Una tasa de acierto demasiado baja para una semifinal de este calibre.
La eficiencia alemana: un golpe de realidad
Mientras España construía y construía, Alemania esperaba. Y cuando golpeaba, lo hacía con la precisión de un cirujano. Sus 5 remates son el testamento de un equipo práctico, letal y con un conocimiento profundo de sus fortalezas. No necesitaron el balón para controlar el partido; controlaron los momentos clave. De sus escasos 5 intentos, 3 encontraron portería y 2 terminaron en la red. Una efectividad demoledora.
Este contraste es el que realmente define la narrativa del encuentro. España fue la protagonista de la película, la que tuvo más líneas de diálogo y más minutos en pantalla. Pero Alemania fue la que se llevó el premio al mejor actor de reparto con dos escenas memorables que decidieron el final. Fue una lección de pragmatismo, un recordatorio de que en el fútbol, a menudo, no gana quien más lo merece por juego, sino quien mejor ejecuta su plan.
Otros datos que pintan el cuadro completo
Más allá del drama de los disparos, otras estadísticas refuerzan la misma idea. España lanzó 11 saques de esquina por solo 2 de Alemania, otra prueba de la constante presencia española en campo rival. Los centros al área también fueron mayoritariamente nuestros, buscando una y otra vez a las delanteras. Pero la defensa alemana, férrea y organizada, se convirtió en un frontón que devolvía cada embestida.
Incluso en el apartado disciplinario se ve el reflejo de los dos estilos de juego. España cometió menos faltas, señal de que pasaba más tiempo con el balón y en tareas de construcción. Alemania, en cambio, tuvo que emplearse con más dureza para frenar el torrente de juego español, lo que se tradujo en un mayor número de interrupciones y tarjetas.
Más allá de los números: el orgullo y el futuro
Es cierto, un número, o un conjunto de ellos, puede explicar la derrota. Pero ninguna estadística podrá medir el corazón, el esfuerzo y el orgullo que este equipo demostró sobre el césped. La eliminación duele, pero el camino recorrido es motivo de celebración. Esta selección nos ha hecho soñar y ha demostrado que puede competir de tú a tú con las mejores del mundo, dominándolas en juego durante fases muy largas del partido.
El fútbol a veces tiene esta matemática cruel, pero también tiene memoria. Y lo que recordaremos de este campeonato no será solo el resultado final, sino el juego valiente y la pasión de unas jugadoras que lo dieron todo. Ahora toca aprender de la lección que nos dieron los números y volver más fuertes. Porque el futuro, sin duda, es nuestro.
Fuente original de la información: ABC –
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