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La herida silenciosa de la infancia que podría explicar la endometriosis

La herida silenciosa de la infancia que podría explicar la endometriosis Un viaje al pasado para entender el presente La endometriosis es una de esas condicione...






La herida silenciosa de la infancia que podría explicar la endometriosis

Un viaje al pasado para entender el presente

La endometriosis es una de esas condiciones que resuenan con fuerza entre millones de mujeres en todo el mundo, pero que sigue envuelta en un halo de misterio. Afecta a una de cada diez mujeres, una cifra impactante que, sin embargo, no ha sido suficiente para descifrar completamente sus causas. Pero, ¿y si una de las claves no estuviera en la biología pura y dura, sino en las cicatrices emocionales de nuestros primeros años? Un nuevo y gigantesco estudio acaba de abrir una puerta fascinante, sugiriendo que las experiencias difíciles durante la infancia podrían ser un factor determinante en el desarrollo de esta enfermedad en la vida adulta.

La investigación, publicada en la prestigiosa revista ‘Human Reproduction’, es una de las más ambiciosas hasta la fecha. Analizó los datos de más de 1.3 millones de mujeres nacidas en Suecia, creando un mapa detallado que conecta las vivencias de la niñez con la salud ginecológica décadas después. Los resultados son, como poco, reveladores y nos obligan a mirar la salud desde una perspectiva mucho más integral.

¿Qué es exactamente la endometriosis?

Antes de sumergirnos en los detalles del estudio, pongamos las cartas sobre la mesa. La endometriosis ocurre cuando un tejido muy similar al que recubre el interior del útero (el endometrio) decide crecer fuera de su lugar habitual. Imagina que estas células emprenden un viaje y se instalan en los ovarios, las trompas de Falopio o incluso en el revestimiento del abdomen. El problema es que este tejido «exiliado» sigue comportándose como si estuviera en el útero: reacciona a los ciclos hormonales. Esto significa que, con cada menstruación, también sangra, provocando una inflamación intensa, un dolor que puede llegar a ser incapacitante y la formación de adherencias que «pegan» los órganos entre sí, complicando aún más el cuadro.

Durante casi dos siglos, desde que fue descrita por primera vez, la endometriosis ha sido un desafío para la medicina. Se la conoce como «la enfermedad del silencio» porque muchas mujeres sufren en solitario durante años antes de obtener un diagnóstico, a menudo confundiendo sus síntomas con dolores menstruales «normales». Esta nueva investigación podría cambiar las reglas del juego al identificar factores de riesgo que hasta ahora habían pasado desapercibidos.

Las cifras de una conexión impactante

El equipo de investigación sueco utilizó registros nacionales para rastrear las condiciones de vida de las participantes durante su infancia. Se analizaron factores como crecer con padres con problemas de salud mental o abuso de sustancias, dificultades económicas, violencia familiar o abuso sexual. Los hallazgos dibujan un patrón muy claro.

De las más de 1.3 millones de mujeres, casi 24,000 fueron diagnosticadas con endometriosis. El estudio encontró que prácticamente todas las experiencias adversas analizadas (con la única excepción del fallecimiento de un familiar) se asociaban con un mayor riesgo.

La acumulación de adversidad multiplica el riesgo

Los datos son increíblemente específicos y muestran un efecto acumulativo:

  • Las mujeres que experimentaron al menos uno de estos factores de riesgo en su infancia tenían un 20% más de probabilidades de ser diagnosticadas con endometriosis en comparación con aquellas que no tuvieron esas vivencias.
  • El riesgo no solo existía, sino que se magnificaba. Según Marika Rostvall, autora principal del estudio, «cuantas más experiencias adversas se tuvieron en la infancia, mayor fue el riesgo».
  • La cifra más contundente es para aquellas que sufrieron cinco o más de estas situaciones difíciles: su riesgo de desarrollar endometriosis aumentó en un impresionante 60%.
  • El vínculo más fuerte y alarmante se encontró en las niñas expuestas a la violencia: ellas tenían más del doble de riesgo de ser diagnosticadas con la enfermedad en el futuro.

¿Cómo podría el trauma infantil afectar al cuerpo?

Aquí es donde la ciencia se vuelve realmente interesante. Aunque este estudio es observacional y no puede afirmar una relación de causa y efecto directa, los investigadores proponen dos hipótesis muy plausibles que podrían explicar esta conexión entre el trauma y la endometriosis.

1. Un sistema inmunitario debilitado por el estrés

La primera teoría se centra en nuestro sistema de defensa. El estrés crónico y el trauma durante la infancia, una etapa crucial para el desarrollo, pueden afectar profundamente al sistema inmunitario. Se cree que un sistema inmune sano es capaz de «limpiar» y eliminar las células endometriales que se extravían fuera del útero. Sin embargo, si el estrés infantil lo ha debilitado, esta función de vigilancia podría fallar, permitiendo que el tejido se implante y crezca donde no debe.

2. Una sensibilidad al dolor alterada

La segunda explicación es igualmente poderosa y se relaciona con la percepción del dolor. El trauma puede, literalmente, recablear el sistema nervioso y alterar cómo nuestro cuerpo y cerebro procesan las señales de dolor. Una persona que ha vivido experiencias traumáticas podría tener una mayor sensibilidad al dolor (una condición conocida como hiperalgesia). Esto no significa que el dolor sea «imaginario», sino que su sistema nervioso lo amplifica. Por lo tanto, es posible que estas mujeres experimenten los síntomas de la endometriosis de forma más intensa, lo que las llevaría a buscar ayuda médica y, en consecuencia, a ser diagnosticadas con mayor frecuencia.

Una llamada a la atención integral

Este estudio no solo arroja luz sobre una enfermedad compleja, sino que también lanza un mensaje fundamental: la salud física y la salud mental están intrínsecamente conectadas. Las heridas del pasado no siempre son visibles, pero pueden manifestarse en el cuerpo de formas inesperadas. Entender que las experiencias de vida de una persona pueden influir en su bienestar físico nos invita a adoptar un enfoque más holístico en la medicina, uno que vea al paciente en su totalidad y no solo como un conjunto de síntomas aislados. Es un paso adelante para romper el silencio que rodea a la endometriosis y, sobre todo, para comprender mejor las historias que nuestros cuerpos nos cuentan.

Fuente original de la información: ABC – R. Ibarra

Créditos de la imagen: ABC

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