Prosinecki revela el secreto de por qué su generación de futbolistas era más feliz

Prosinecki revela el secreto de por qué su generación de futbolistas era más feliz
¿Qué diría si le dijéramos que un verdadero poeta del fútbol tiene la clave para entender por qué antes se disfrutaba más del deporte rey? Pues prepárese, porque hoy en Vinyl Station Radio desgranamos las fascinantes reflexiones de Robert Prosinecki, el «Maradona de los Balcanes», un genio incomprendido que nos transporta a una época donde el balón era sinónimo de pura felicidad, sin filtros ni distracciones digitales. Su visión, pausada y profunda, nos invita a reflexionar sobre la evolución de un juego que, como la música, siempre busca su ritmo, su alma.
Un viaje al corazón del «Maradona de los Balcanes»
Nacido en Alemania, con raíces eslavas, la historia de Prosinecki es un laberinto de fútbol, talento y momentos difíciles. Brilló en el Estrella Roja, llevándolos a la gloria europea en 1991, y fue figura clave de una de las mejores selecciones croatas, logrando un histórico tercer puesto en el Mundial de 1998. En España, su magia se vio en clubes tan emblemáticos como el Real Madrid y el Barcelona, además de dejar huella en el Oviedo y el Sevilla. Su fútbol era sutil, bohemio, una danza con el balón que parecía contracultural en su esencia.
Hoy, a la distancia, Prosinecki sigue con el pulso del fútbol, atento a los grandes duelos como el Oviedo-Barça. «Estoy muy contento por ver al Oviedo en Primera después de muchos años», comenta con esa sabiduría que solo los grandes de este deporte poseen. La afición de Oviedo, la pasión que se vive en la ciudad, es algo que subraya con especial cariño, consciente del valor intrínseco del hincha en el espectáculo futbolístico.
Analizando el fútbol actual: entre genios y ‘robots’
Cuando le preguntan por figuras actuales, su admiración por el juego de Pedri y Yamal es evidente. Los describe como futbolistas «enormes» y «con un nivel altísimo», pilares para el presente y futuro tanto de su club como de la selección. Esta observación nos lleva a una pregunta recurrente que el «Maradona de los Balcanes» aborda con su habitual calma: ¿hacia dónde va el fútbol? ¿Hay más espacio para la «robotización» de los jugadores en detrimento de la fantasía anárquica?
Prosinecki es claro: «Todavía se juega con balón. Hay algo que no ha cambiado, y es que siempre se pregunta por los mismos futbolistas, que son quienes marcan la diferencia». Nombres como Messi y Cristiano siguen siendo el referente, pero él nos recuerda una verdad ineludible: incluso los más grandes necesitan de un equipo que los arrope. Para que Vinicius, Modric o Lamine brillen, se necesitan figuras de reparto que hagan girar el engranaje. Menciona a Belodedici, aquel líbero «tremendo» que ganó la Copa de Europa con dos clubes del este, como ejemplo de figura esencial que, en la sombra, construía la grandeza colectiva.
Modric y la magia croata: un líder atemporal
La conversación inevitablemente vira hacia Luka Modric, quien a sus 40 años sigue deslumbrando en la élite. Prosinecki no duda en alabar al actual capitán croata: «Él tiene algo especial. Juega para el equipo y en la selección marca los tiempos en todos los sentidos». La inteligencia, la capacidad para solucionar problemas y su influencia en cada jugada son aspectos que destaca por encima de cualquier regate o filigrana. Modric es un director de orquesta en el campo, una brújula que marca el rumbo del juego.
Al recordar a su generación de estrellas yugoslavas, se percibe una nostalgia teñida de orgullo. Aquellos futbolistas «disfrutaban» el juego de una manera especial, con un aire «indolente y genial». Y aquí es donde Prosinecki, con una sencillez desarmante, revela el secreto de la felicidad de su época: «Yo jugaría al fútbol sin cobrar. Si pudiera, lo seguiría haciendo. Es la única diferencia, creo. Eso es todo».
La diversión frente al dinero: una filosofía de vida
La reflexión de Prosinecki no se detiene aquí. ¿Juega Modric también por diversión? El ex futbolista croata rectifica: «Puede que juegue también por diversión, pero no es la tónica general». Esto le lleva a un punto crucial: la relación entre diversión y dinero. Rememora a Ronaldinho, su jugador favorito, como el paradigma de quien ganaba mucho y, aun así, jugaba para divertirse. «En nuestra época no se pensaba mucho. No había tantas distracciones, ni redes sociales, ni vídeos por TikTok… Nada de eso. Se leía el periódico al día siguiente, poco más. Hoy es todo inmediato, todo se devora enseguida. En mi época no teníamos tanto marketing». Es una declaración profunda sobre cómo la inmediatez y la sobreexposición han transformado la experiencia del fútbol, diluyendo quizás ese placer puro, casi infantil, de jugar.
Madrid, Barcelona, Oviedo y la sombra de la guerra
Su llegada al Real Madrid, tras ganar la Copa de Europa con el Estrella Roja, estuvo envuelta en complejas circunstancias. La guerra en la antigua Yugoslavia no solo marcó su vida personal, sino que condicionó su carrera. «Las dificultades fueron muchísimas», recuerda. La guerra le concedió, indirectamente, la libertad para salir de un país que oficialmente ya no existía. Y aunque clubes de renombre lo pretendían, la palabra dada a Ramón Mendoza lo llevó a la Casa Blanca.
Las lesiones en Madrid fueron un calvario, una etapa que le hizo «madurar y crecer mentalmente». Su cesión al Oviedo, bajo la dirección de Radomir Antic, se convirtió en un oasis: «Un año magnífico. Jugué muy bien, en parte gracias a la confianza del técnico. No tuve problemas físicos, así que todo muy feliz». Aquel Oviedo fue un equipo inolvidable, con una afición entregada y un grupo de jugadores que aún hoy recuerda con cariño. Ganaron al Madrid, empataron con Barcelona y Atlético, haciendo historia en una ciudad que respira fútbol.
Su paso al Barcelona, la llamada de Cruyff, fue un sueño hecho realidad, un privilegio que pocos pueden contar. Aunque el Dream Team ya daba sus últimos coletazos, la figura de Cruyff seguía siendo magnética. «Si hoy se sigue hablando del tiki-taka es por Cruyff. Viene de ahí», afirma, rindiendo tributo a su visión innovadora del fútbol. Incluso su breve coincidencia con un joven José Mourinho, entonces traductor de Robson, le deja buenas palabras: «Todo el mundo dice que es arrogante, pero se trata de un genio. Su carrera le avala».
La esencia del juego: disfrutar sin más
Al final, la conversación con Prosinecki nos deja una sensación agridulce. La Croacia del 98, comparada con la del 2018, es un debate generacional. Para él, su generación «era buena», un pequeño país logrando el tercer puesto mundialista. La del 2018, con Modric a la cabeza, consiguió subcampeonato, «nos mejoró», admite. Sin embargo, hay algo en la filosofía de su fútbol que resalta: «El fútbol no como profesión sino algo mucho más serio: un juego».
Y es ese juego, esa diversión intrínseca, lo que Prosinecki echa de menos. «Hay jugadores con mucho talento, pero creo que en nuestra época nos divertíamos mucho más». Su imagen observando vídeos de Ronaldinho en TikTok, el «genio» que representa esa alegría incondicional por el balón, resume a la perfección su mensaje. Un recordatorio para todos los que amamos el fútbol: que la esencia siempre sea jugar y disfrutar, como en los viejos tiempos, sin tanto ruido, solo con el sonido de la pelota y la algarabía de la grada.
Fuente original de la información: ABC – Julio Ocampo
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