Silencio en Extremadura: qué deja la voz que superó la timidez

Silencio en Extremadura: qué deja la voz que superó la timidez
La música en español acaba de perder a uno de sus poetas más genuinos y discretos. El cantautor Pablo Guerrero, la voz detrás del inmortal himno antifranquista ‘A cántaros’, nos ha dejado este martes en Madrid a la edad de 78 años. La noticia ha calado hondo en el panorama cultural, y las condolencias no se han hecho esperar, resonando desde su Extremadura natal hasta los rincones más íntimos de la canción de autor.
La presidenta extremeña, María Guardiola, fue una de las primeras en rendir homenaje, compartiendo un emotivo mensaje que encapsula el sentir de muchos: «Extremadura es hoy un arpegio de despedida, un acorde que suena huérfano». Sus palabras, llenas de sensibilidad, recordaban la profunda conexión del artista con su tierra y con las frases que nos regaló, como esa que dice: «estamos hechos de nubes». Un recordatorio potente de la fragilidad y la belleza de la existencia, invitándonos a vivir, soñar y creer, aún con el eco de sus canciones como consuelo.
La noticia de su partida ha generado una ola de reacciones en el mundo de la cultura. Personalidades de la talla de Ismael Serrano han expresado su profundo pesar, calificando a Guerrero como una «persona maravillosa» y un «artista imprescindible». Estas palabras, cargadas de admiración y respeto, reflejan la huella indeleble que Pablo Guerrero ha dejado en sus colegas y en la música popular española.
Una vida entregada a la poesía y la canción
Nacido el 18 de octubre de 1946 en Esparragosa de Lares, Badajoz, Pablo Guerrero demostró desde muy joven una curiosidad insaciable por el arte en sus diversas formas. La literatura, la pintura y, por supuesto, la música, fueron sus compañeras en un viaje vital que lo llevaría a convertirse en un referente. Fue en su adolescencia cuando empezó a experimentar con la música, formando parte de un grupo amateur donde versionaban éxitos de la época. Imaginen a un joven Pablo explorando los acordes de Los Bravos, Los Brincos, o sumergiéndose en la profundidad de Georges Moustaki y Joan Baez. Esos primeros pasos sentarían las bases de su inconfundible estilo.
El año 1969 marcó un antes y un después en su trayectoria musical. Su participación en el Festival de Benidorm con la canción ‘Amapolas y espigas’ fue reveladora. No solo se llevó el premio a la mejor letra y un merecido segundo puesto, sino que captó la mirada atenta de Manolo Díaz, un productor visionario que acababa de fundar el sello Acción. Fue bajo este sello donde ‘Amapolas y espigas’ se materializó en un single, acompañado en su cara B por ‘Carro y camino’.
A pesar de su innata timidez, que él mismo confesó en varias ocasiones, la pasión por la música lo impulsó a mudarse a Madrid para estudiar Filosofía y Letras. Allí, entre los libros y las ideas, decidió que su camino era la música a tiempo completo. «Cuando empecé era tremendamente tímido, y nadie apostaba por mi futuro. Decían: ‘Este durará dos días en la carretera’», recordó Guerrero en una entrevista. Cincuenta años después, esa voz tímida había demostrado una perseverancia y un talento extraordinarios, dejando un legado musical y poético que resuena con fuerza.
De la tiranía a la libertad: la voz de una generación
El año 1972 fue crucial con la publicación de su primer disco, ‘A cántaros’. La canción homónima, con su subtítulo lírico «Tú y yo, muchacha, estamos hechos de nubes», no tardaría en convertirse en uno de los himnos antifranquistas más emblemáticos de la época. Su música, cargada de metáforas y una profunda sensibilidad social, se erigió como un faro de esperanza y resistencia en tiempos difíciles.
La carrera de Guerrero lo llevó incluso más allá de las fronteras españolas. En 1975, grabó un disco en directo en el legendario teatro Olympia de París, una experiencia que consolidó su prestigio internacional. Le siguieron álbumes como ‘Porque amamos el fuego’ (1976) y ‘A tapar la calle’ (1977), ambos bajo la impecable producción de Gonzalo García Pelayo. También participó en ‘La Cantata del exilio. ¿Cuándo llegaremos a Sevilla?’, una obra que, aunque tardaría años en ver la luz tras la dictadura, reafirmó su compromiso con la memoria y la justicia.
Un explorador incansable de sonidos y palabras
La música de Pablo Guerrero fue una constante evolución. Manteniendo siempre un anclaje en el folclore extremeño, su curiosidad lo llevó a fusionarlo con una miríada de influencias. El folk americano, el rock, el jazz, el flamenco y, a partir de los 80, los ritmos africanos, inspirados por Paul Simon, enriquecieron su propuesta sonora. De esta época datan discos como ‘Los momentos del agua’ (1985) y ‘El hombre que vendió el desierto’ (1988). La década de los noventa le trajo ‘Toda la vida es ahora’ (1992) y ‘Alas, alas’ (1995), confirmando su vigencia y su capacidad de reinvención.
El siglo XXI no detuvo su creatividad. Desde el año 2000, publicó seis álbumes más, siendo ‘Y volvimos a abrazarnos’ su trabajo final. En este disco, Guerrero nos sorprendió con duetos magistrales junto a artistas de la talla de Rozalén, Depedro, Olga Román y María José Hernández, mostrando una vez más su habilidad para conectar con nuevas generaciones de músicos.
El poeta que también cantaba
La faceta literaria de Pablo Guerrero, iniciada formalmente con su libro ‘Canciones y poemas’ en 1988, discurrió en paralelo a su trayectoria musical. Esta vertiente lo llevó a publicar más de una veintena de obras, explorando la poesía con la misma profundidad y sensibilidad que sus letras. En sus últimos años, su actividad literaria fue frenética, escribiendo seis libros entre 2018 y 2019, aunque gran parte de ellos permanecen aún inéditos. En 2021, tomó la difícil decisión de retirarse de la música y la poesía.
«Ahora tengo la voz aceptable, pero dentro de tres o cuatro años, que es cuando tocaría el siguiente, no creo que la mantenga así. Es una decisión tomada después de mucha meditación», confesó Guerrero en su momento, con motivo de su concierto de despedida en la mítica sala Galileo Galilei. Su deseo era que esa despedida fuese una fiesta, sin dramatismos, solo un «hasta luego, queridos amigos». Hoy, aunque el silencio se ha hecho presente, el eco de su voz y sus versos permanecerá con nosotros, un legado imperecedero de un artista que, con su sencillez y profundidad, superó la timidez para regalar al mundo un universo de belleza y emoción.
Fuente original de la información: ABC –
Créditos de la imagen: abc