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Un latigazo en Montmartre cambió el guion escrito para Pogacar

Un latigazo en Montmartre cambió el guion escrito para Pogacar Hay imágenes que se quedan grabadas en la retina de los aficionados. El paseo triunfal por los Ca...






Un latigazo en Montmartre cambió el guion escrito para Pogacar

Hay imágenes que se quedan grabadas en la retina de los aficionados. El paseo triunfal por los Campos Elíseos, la copa de champán, el maillot amarillo sonriendo a las cámaras mientras París le rinde homenaje. Durante décadas, la última etapa del Tour de Francia ha sido un epílogo ceremonial, una tregua pactada después de tres semanas de batalla sin cuartel. Pero en 2025, el ciclismo decidió que era hora de romper el guion. El Tour de este año nos regaló un final que rompió con todas las tradiciones, transformando el desfile en una guerra de guerrillas sobre el asfalto mojado de la capital francesa.

La organización, en un guiño al espectacular circuito olímpico de 2024, diseñó una jornada final explosiva. Se acabaron los pactos de no agresión y los esprints masivos. En su lugar, un trazado que incluía tres subidas a la mítica colina de Montmartre, con tramos de adoquín que convertían cada pedalada en un desafío. Un final diseñado para valientes, para los que todavía tenían pólvora en las piernas después de 21 días de pura exigencia.

París, una fiesta que se convirtió en batalla

El día, sin embargo, comenzó como siempre. El pelotón se entregó a un merecido paseo triunfal, un ritual de camaradería mientras atravesaban los alrededores de París. Las cámaras capturaban las postales de Versalles y la icónica Torre Eiffel, y los equipos se hacían las fotos de rigor, sonriendo y celebrando haber llegado hasta aquí. Era la calma antes de la tormenta, un espejismo de tranquilidad que duró hasta que en el horizonte apareció la marca de los últimos 60 kilómetros. A partir de ahí, la tregua terminó y la carrera explotó.

Bajo una lluvia intermitente que convertía los adoquines centenarios en una auténtica pista de patinaje, el ambiente era eléctrico. Las calles de Montmartre, abarrotadas de aficionados, se convirtieron en un coliseo moderno. Y fue allí, en la primera de las tres ascensiones, donde un héroe local decidió prender la mecha.

Montmartre entra en escena con furia

Julian Alaphilippe, con ese estilo anárquico y valiente que lo caracteriza, lanzó un demarraje furioso que partió el pelotón en mil pedazos. El francés, coreado por su público, no miró atrás y se llevó consigo a un quinteto de auténtico lujo, donde figuraban los dos grandes protagonistas del día: el maillot amarillo, Tadej Pogačar, y el todoterreno belga, Wout van Aert. La bajada, traicionera y resbaladiza, provocó un reagrupamiento parcial, formando una cabeza de carrera de una treintena de ciclistas. El desenlace prometía ser épico.

El golpe de autoridad de ‘Pogi’ que no fue definitivo

Con el público enloquecido, llegó el segundo paso por Montmartre. Fue entonces cuando Tadej Pogačar decidió que era su momento. El esloveno, insaciable, aceleró el ritmo sobre el pavés con una potencia descomunal. Su ataque fue tan brutal que solo los más fuertes pudieron seguir su rueda. El grupo de cabeza quedó reducido a un sexteto de gladiadores:

  • Tadej Pogačar (UAE Team Emirates)
  • Wout van Aert (Visma | Lease a Bike)
  • Matteo Jorgenson (Visma | Lease a bike)
  • Matej Mohoric (Bahrain – Victorious)
  • Davide Ballerini (Astana Qazaqstan Team)
  • Matteo Trentin (Tudor Pro Cycling Team)

La peligrosidad del circuito era tal que la organización del Tour tomó una decisión drástica para proteger a los corredores: se congelaron los tiempos de la clasificación general. Esto significaba que Pogačar ya era matemáticamente el ganador del Tour, independientemente de lo que ocurriera en los kilómetros finales. El maillot amarillo estaba a salvo, pero la gloria de ganar en el corazón de París todavía estaba en juego. El sexteto, sabiendo que se disputarían la etapa, colaboró a la perfección para abrir hueco y asegurarse de que nadie más les alcanzaría.

Van Aert, el ladrón de momentos icónicos

El guion parecía escrito para un final de película. Tadej Pogačar, el mejor ciclista del mundo, coronando su victoria en el Tour con un triunfo de etapa en el escenario más icónico posible. En la última y durísima rampa de Montmartre, ‘Pogi’ lanzó su ataque definitivo. Apretó los dientes y desató toda su energía, descolgando a sus compañeros de fuga uno a uno. El público rugía, preparándose para la foto perfecta del campeón entrando en solitario en la Plaza de la Concordia.

Pero entonces, cuando el destino parecía sellado, surgió un giro inesperado. Wout van Aert, el coloso belga, decidió que la historia no terminaría así. En un acto de rebeldía y pura clase, respondió al ataque de Pogačar con un latigazo brutal, un contraataque fulminante que dejó clavado al esloveno. Para asombro de todos, Van Aert no solo lo alcanzó, sino que lo superó y se marchó en solitario.

El belga voló hacia la meta, dándose el lujo de robarle el momento, la foto y la gloria a un Pogačar que, aunque campeón del Tour, vio cómo su fiesta era brillantemente arruinada. Wout van Aert cruzó la línea de meta con los brazos en alto, regalándonos una de las etapas finales más emocionantes y memorables de la historia reciente. Un final que demuestra que en el ciclismo, como en la vida, nunca hay un guion escrito.

Fuente original de la información: ABC – Pedro Cifuentes

Créditos de la imagen: REUTERS

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